No es un hecho aislado, no es la primera vez en el torneo, la hinchada de Wilstermann que llegó al Hernando Siles, volvió a ser protagonista de un suceso lamentable, y evitable.
Los controles de seguridad fallaron -una vez más en La Paz- y algunos de los aficionados del Rojo que ingresaron al Siles, se dieron modos de meter petardos, que decidieron explotarlos a segundos de que se cumplan los 90 minutos, a centímetros de Daniel Vaca. El árbitro quiso a toda costa continuar (un papelón) con los segundos faltantes, pero Vaca no pudo, el partido terminó abruptamente, quedó suspendido y el arquero se fue en una ambulancia, por suerte el informe médico señala que no hay lesiones graves.
Pero nos volvemos a preguntar, ¿es necesario esperar lesiones graves? ó ¿cuántas tragedias necesitamos para comenzar a prevenir?. Los operativos policiales son básicos. La pobreza del fútbol boliviano hace que pensar en contratar seguridad privada sea una utopía , y la Polícia sigue trabajando por un sandwich y un Pilfrut, así es difícil pensar en estadios seguros. Hay varios antescedentes en el país, desde un petardo que cayó a lado de Callejón en un Clásico Paceño, hasta una bengala que mató a un niño en Oruro, no aprendemos más, los operativos de seguridad de la Polícia Nacional son de juguete, y los clubes prefieren mirar a otro lado, es que un gasto más los espanta, mientras tanto todos los que asistimos a un estadio – incluidos los futbolistas- jugamos a la ruleta rusa con la seguridad que nos brindan.