El sistema se vio envuelto en controversias durante todo el campeonato, pero volvió a ser el centro de debate tras los problemas que tuvo en el trópico, cuando Palmaflor recibió a Blooming, y esta vez no se equivocó, o al menos no lo sabemos, apenas protagonizó, pero fue un actor de reparto clave para extender la trama (tiempo de juego).
La decisión del fútbol de adoptar el VAR es, en pocas palabras, lo peor que le ha pasado al juego en su historia reciente, aseveran. De hecho, es difícil pensar en una respuesta alternativa que se remonte a décadas, lo que dice mucho sobre la forma en que el fútbol ha evolucionado sutilmente en sus reglas para seguir siendo el deporte más popular del mundo.
Sería grosero no reconocer que el porcentaje de decisiones correctas sin duda ha aumentado, pero esa nunca fue la cuestión, la pregunta era si esto justificaría el caos y la interrupción de un deporte que se basa en el ritmo. En lo que va del campeonato, la respuesta seguramente es “no”.
El aspecto más controversial se refiere a las decisiones de fuera de juego, que resume lo desastroso que ha resultado ser el VAR: este es el único escenario en el que las decisiones son binarias y una situación en la que los árbitros asistentes tienen la tarea casi imposible de mirar en dos lugares a la vez. Es el área donde el VAR debería, en teoría, ser invaluable. En cambio, se ha convertido en el principal punto de conflicto.
El problema ampliamente discutido con la cantidad de cámaras y ‘velocidad de fotogramas’, significa que es imposible estar seguro de que el VAR está tomando decisiones correctas. Existe un argumento perfectamente razonable de que aún vale la pena usar la tecnología para proporcionar la mejor evidencia posible, pero cuando se combina con la naturaleza minuciosa de algunas decisiones, esto se vuelve problemático. Es difícil argumentar frente a lo mostrado en Catar 2022 o la Premier League con el fuera de juego automático, pasa que no lo tenemos y veo lejano adquirirlo.
En nuestra liga este proceso depende en gran medida de la intervención humana: el asistente de video elige los “puntos” relevantes y la tecnología dibuja las líneas de manera efectiva. Ver este proceso interminable en la televisión es una experiencia irrisoria que parece sacada de una comedia mal escrita.
Quizás lo más sorprendente es la cantidad de goles anulados en fuera de juego cuando nadie los hubiera sospechado, apelado o incluso reclamado, muchas veces invalidados por un margen ridículamente mínimo y es tiempo que reconozcamos que cualquier hincha acérrimo trazaría una línea en el campo para demostrar que el contrario está en fuera de juego.
Hay varias sugerencias sobre cómo resolver este problema, pero ninguna proporciona la respuesta completa. Siempre habrá un pequeño margen sin importar cómo se calcule el fuera de juego. Nos queda la sensación que con el uso de tecnología los errores arbitrales han aumentado, pero no tanto como el tiempo de interrupción del juego, hasta genera preguntas sobre hasta qué punto debe intervenir el VAR.
¿Deberían cambiar las reglas para ser más indulgentes con las decisiones muy cerradas? Pienso que agregar un margen de error no funcionará porque el VAR aún tendría que verificar si ese margen se cumplió.
Me preocupa cuando el VAR tiene la capacidad de hacer que las decisiones correctas sean incorrectas, incluso si esto sucede en raras ocasiones, el sistema se vuelve una farsa. El VAR no proporciona una decisión definitiva, o casi, en varios incidentes, que siguen siendo muy subjetivos.
Los problemas no terminan ahí. Las pausas en el juego son alargadas; ver agregar 10 o 14 minutos de descuento se volvió común durante la Copa del Mundo. Esto es desastroso para el fútbol, un deporte que encuentra su mejor versión sin interrupciones constantes. Contradictorio con las decisiones de la Junta de la Asociación Internacional de Fútbol (IFAB, por sus siglas en inglés) que intenta acelerar el juego con cambios en las reglas (por ejemplo con los jugadores sustituidos que abandonan el campo por la línea más cercana), estamos viendo cada vez más partidos detenidos durante minutos mientras el VAR ve repeticiones. Si toma tanto tiempo, parece dudoso que cualquier error arbitral haya sido “claro y obvio” de todos modos.
Los beneficios del VAR tienen el precio de la incertidumbre emocional en el momento en que los aficionados deberían sentirse más eufóricos: cuando se marca un gol. Como toda la propuesta del fútbol como producto de entretenimiento se basa en la producción de emociones inmediatas y reales, esta pausa interfiere en una parte clave del disfrute, no se puede negar eso.
Es difícil escapar de la sensación de que el fútbol, al más alto nivel, ha perdido algo importante. En ningún otro deporte se celebra un gol o un punto con tanto fervor como en el fútbol, precisamente porque los goles son tan escasos y, por tanto, tan valiosos. El éxtasis y el júbilo de un gol es algo verdaderamente único y hermoso. A los partidos de fútbol vas para ver calidad técnica, esfuerzo físico y aportar al ambiente, una parte importante es el simple placer de volverse loco cuando tu equipo marca un gol y ahora, ni siquiera se pueden celebrar los goles correctamente, ‘Como Dios manda’, y muchos postergan el desahogo conformándose con vitorear cuando se confirma el gol. Es un anti clímax patético.
Tal vez llegue un momento en que el VAR funcione sin problemas y nosotros, los críticos, parezcamos unos tontos tradicionalistas y defensores de que los tiempos pasados eran mejores. La noción populista de que el VAR se utiliza para la búsqueda imposible de la justicia total malinterpreta su verdadero propósito, que es exactamente lo contrario, su objetivo principal es eliminar a los árbitros de la conversación y devolver el enfoque a lo que realmente importa: el juego real, jugado por los jugadores.
Por supuesto, bastantes hinchas ven a través del cansino truco de “culpar al árbitro” antes que a su DT o jugadores. Y aquellos que han vivido el tiempo suficiente tienden a recordar tanto las decisiones perjudiciales como las beneficiosas.
Pero esa capacidad de ignorar las desgracias ocasionales no se comparten universalmente. La mayor parte de la cobertura en televisión, radio y medios impresos/en línea está impulsada por la necesidad de extender el conflicto más allá de los 90 minutos. Centrarse en los errores del árbitro fue la forma más fácil de hacerlo, ellos, a diferencia de millones de espectadores, no vieron los momentos decisivos en múltiples ángulos en cámara lenta, y tampoco se les permitió explicar su razón de ser. Desprotegidos del oprobio público, los participantes activos peor pagados y menos apreciados se enfrentaron a un torrente interminable de invectivas o algo peor.
El VAR no garantiza una precisión impecable o el final de toda controversia o cualquier otro de los argumentos de testaferro que se presentan de forma rutinaria, incluso cuando los jugadores, entrenadores, expertos e hinchas hacen fila para expresar sus dudas y quejas, ya hemos llegado al punto en que la controversia, fabricada por los medios o no, se ha alejado de las decisiones reales y los árbitros involucrados han caminado hacia el repudio popular.
A quienes perjudicó sin duda es a los Directores Técnicos, porque les resulta mucho más difícil esconderse detrás de las injusticias percibidas en estos días. Los árbitros ahora pueden otorgar penales en el minuto 90 al equipo visitante o marcar fueras de juego en el tiempo de descuento para el equipo local, con la seguridad de saber que es mucho más probable que su decisión sea correcta y será visto como tal por la parte perjudicada. Existe un argumento, que aún no está completamente respaldado por los datos, de que la tecnología también actúa como un nivelador, al disminuir los efectos psicológicos que la ventaja de jugar en casa tiene sobre los árbitros. Se nota que más de la mitad se han decantado por el lado visitante.
Hay otros beneficios que han pasado mayormente desapercibidos, señal de un régimen que funciona bien. Los jugadores piensan dos veces antes de lanzarse a la piscina y forcejear con los oponentes en los córners.
Según mi experiencia, los hinchas, así como los jugadores o los entrenadores, están emocionalmente comprometidos con las decisiones que les convienen, en la medida en que afectan sus posibilidades de ganar. Considero firmemente que el proceso por el cual llegan a pasar es completamente irrelevante e inútil. Entiendo que las emociones que genera el fútbol, la euforia de ganar y el dolor desgarrador de la derrota, son demasiado poderosas y duraderas para que un momento de breve de demora haga una mella seria.
Con esto quiero dejar en claro, el VAR no es un justiciero populista, solo es una herramienta que va mejorando con su uso.