La emblemática ciudad de Uyuni, emplazada en el Departamento andino de Potosí, volvió ayer a la normalidad después de vivir un histórico momento económico y deportivo con el paso del internacional rali Dakar, que atravesó Bolivia entre el domingo y lunes con su séptima y octava etapas.
No se sentía el calor, ni se escuchaba el aleteo de una mosca, ni bocinazos que caracterizaban a una masiva presencia de coches. Es decir, un silencio profundo volvía a invadir a Uyuni, después de aguantar vientos y polvareda durante la madrugada, fenómenos naturales que, acompañados de una lluvia, obligaban a los últimos visitantes aún más a dejar esa región.
“Ahora ya está vacío, ¿no joven?. Quisiera que se haga el Dakar también al año, todos nos beneficiamos aquí como nunca”, comentó una pobladora que caminaba por las calles durante la noche al manifestar lo sorprendida que estuvo con la visita de más de 80.000 visitantes a esa ciudad, la “Hija predilecta de Bolivia”.
Al igual que una película apocalíptica, de las miles de personas que paseaban por las céntricas calles de aquella urbe, no quedaba nada, las carpas y las estructuras de diferentes instituciones habían desaparecido por completo y la actividad económica rutinaria retornaba poco a poco a su normalidad.
Como en días regulares, sólo algunos comercios comenzaban a abrir sus puertas, como si no hubiese pasado nada en esa ciudad, de aproximadamente 30.000 habitantes.
La economía de Uyuni es generada principalmente por el flujo turístico, la minería y la producción de quinua, ultima que está dando buenos resultados por su importancia en el mundo.
El Salar de Uyuni es uno de los principales destinos turísticos de Bolivia ya que lo visitan aproximadamente 60 000 turistas cada año.
Fuente: ABI