Yo crecí en una familia católica por lo que conozco mucho sobre santos y ángeles que interceden por nosotros ante Dios al momento de tener una necesidad, hay santos del amor, hay santos del dinero y hasta hay santos de la creatividad.
Para algunos la cosa está en pedirle algo al santito de preferencia y ¡way! de él que no te lo cumpla, porque le pusiste la velita y le rezaste con mucha devoción, no hay manera en que te falle, de ser así lo increpas y le reclamas, total, es un santo milagroso, tiene la obligación de hacerte caso.
Más allá de que la función de los santos de la Iglesia católica no es esa, en las últimas semanas y gracias a las redes sociales, pude notar un comportamiento muy similar en “hinchas” del Club San José. Los últimos resultados no han sido de los mejores (dejando a un lado la histórica victoria sobre el histórico felino que hace tiempo venía haciendo esa historia derrotándonos en Oruro), 3 caídas consecutivas, 2 en casa, permitieron que la silbatina se haga notar en el Bermúdez, poniendo así a jugadores, cuerpo técnico y hasta a los verdaderos hinchas con un nervioso temor de no ganar el campeonato.
Hemos vuelto al amado San José en un santo de verdad, donde la buena campaña viene a ser la vela que todos los hinchas encendemos y que ante el menor tropiezo empezamos a gritarle y a menospreciar porque no se cumplió ese milagro. Amigos, los santos hacen milagros, San José juega fútbol. El hambre de gloria que tenemos los hinchas de la V azulada nos han vuelto intolerantes con nuestro plantel, es cierto que van 3 años estando cerca de poder decir que somos campeones otra vez, pero los insultos y la mala onda en contra del equipo han hecho que estemos a punto de caer nuevamente llevándonos a esperar resultados el domingo.
Siempre dije que la presión del hincha orureño es muy alta, pero resulta que ahora es mayor en nuestros jugadores que en el rival.
Volvamos a creer en nuestro Club, no como si fuera un santo milagroso, sino como el grupo de jugadores que aman la camiseta y que tienen un hambre de gloria único, a nadie le gusta perder, todos quisieramos ser campeones, por eso tenemos que volver a ser hinchas del club y del fútbol, tomemos el ejemplo de los europeos que pierden finales y aún así son aplaudidos en el campo de juego, o de los argentinos que se quedan cantando a voz en cuello y con lágrimas en los ojos aunque su equipo haya descendido.
Es momento de amar la camiseta y lo que representa en lugar de amar resultados… porque lo segundo no llega sin lo primero, se los aseguro.