Hace poco vi un post que estaban compartiendo madres de atletas en Facebook y comentaban como se sentían identificadas respecto al tema. “Así que un día inscribes a tu niña de tres años a una clase de gimnasia. Principalmente lo haces para tener dos horas libres a la semana y aprovechar que salga un poco más cansada de clase y esté tranquila por el resto del día, pero eso no es lo que va a pasar”.
En los diferentes comentarios, las madres cuentan sus experiencias de cómo una simple clase pudo cambiar el curso de las vidas de sus hij@s y de la familia entera. La clase ya no dura solo una hora, ya son más de tres donde combinan diferentes actividades. Las competencias vienen, los gastos aumentan y las madres cada vez están más involucradas. “Cuando sea la última vez que veas que sale con la cara en alto sonriendo a dar todo de si misma frente a veinti-tantos jueces que la califican, ¿te acordarás de las horas, el dinero, el tráfico y el esfuerzo? Yo creo que no. Pensarás en los regalos que el deporte le ha dado a tu hijo: la capacidad de priorizar y hacer varias cosas a la vez, un cuerpo fuerte, el trabajo bajo presión y resolver problemas en el último minuto, la habilidad de hablar en público y de manejar grandes audiencias. Grandes valores como el esfuerzo, trabajo, disciplina, responsabilidad, ética profesional”, finaliza el post.
Como experiencia personal, le digo a los que todavía dudan si están en el camino correcto apoyando a sus hijos en el deporte, es que a mi, me enseñó cosas que no las hubiera aprendido de otra forma. Independientemente de los resultados o si se llegará a ser de alto rendimiento, lo que se aprende en el camino te sirve para toda la vida.
El grupo P&G realizó una series de publicidades hablando de las madres con atletas olímpicos y como son la base para que lleguen al momento de gloria.
Ahora que lo veo desde otro ángulo, tuve un entrenador, pasábamos muchas horas aprendiendo cosas nuevas, sacando nuevos elementos. Siempre le caía con un nuevo repertorio -cosas que rayaban la locura- pero nunca me decía nada, sólo buscaba la manera de que lo lográramos. Después de mi retiro y haciendo una retrospectiva, esa fue una de las mejores cosas que me dejó el deporte, nunca rendirme para alcanzar mis sueños, sea cual sea.