SÃO PAULO. No hubo sorpresas en el Morumbi: Brasil le ganó cómodamente a Bolivia (3-0) y comenzó con el pie derecho su Copa América. La Verde dejó una imagen muy positiva en la primera mitad, pero se desdibujó en el comienzo del segundo tiempo y nunca pudo volver a entrar en el partido. ¿Cuál fue el planteamiento del equipo y por qué, después de un buen inicio, terminó fallando?
De entrada, Villegas sorprendió cambiando de lado a Saavedra y Chumacero con relación al partido ante Francia. En el Morumbi, Erwin jugó por derecha, como hace en Bolívar, y Alejandro ocupó la banda izquierda. Esa variante –apoyada en la mejoría individual que se notó en, por ejemplo, Castro y Martins, y una dinámica grupal distinta a la habitual– posibilitó que la Verde le plantee un primer tiempo muy incómodo al cinco veces campeón del mundo. Los fallos en salida, sin embargo, anunciaban una etapa complementaria distinta.
Finalmente, no hizo falta una equivocación puntual. El panorama se pintó de negro para la Verde en la primera aproximación seria del local en el segundo tiempo: mano –casual– de Jusino y penal cobrado vía VAR. Gol, bajón anímico y, casi inmediatamente (apenas tres minutos después), 2-0 abajo. A partir de ese momento, todas las carencias del combinado nacional salieron a relucir. Saucedo jugaba condicionado por la amarilla que vio en la primera mitad, Chumacero tenía cada vez más dificultades con el perfil cambiado… El equipo sufrió demasiado y el partido ya no era el mismo. Entonado, Brasil jugó a placer a pesar de haber bajado el ritmo.
Por suerte no hubo mucho tiempo para más después del tercer tanto. Pensando en lo que viene, será clave que el grupo comandado por Villegas se reponga anímicamente del golpe que implica perder por goleada. Todavía quedan los partidos contra Perú y Venezuela; ya pasó lo más difícil y el resultado debe quedar en el anecdotario. El objetivo tiene que ser, más allá del desliz de Villegas en la conferencia de prensa previa al encuentro –reconoció innecesariamente que apunta a pasar de fase–, seguir creciendo en lo futbolístico para dejar sentadas las bases de un futuro mejor.
