Los debates sobre estilos antagonistas son los que más me apasionan, y yo creo que a todos, en cualquier ámbito que se les ocurra. Capitalistas vs Comunistas, Maradona o Pelé, Aborto legal vs Aborto ilegal, Star Wars o Star Treck, y la lista en cualquier tema es extensa. No me cansaría de debatir porque creo que Messi es más completo y tiene más magia que Cristiano, o que -ahora soy feliz- porque Boca merecía perder ante el clásico rival, desaprovecha la calidad que tiene, aunque no sé si River lo hace mejor.
Justo fue el seleccionador de Bolivia, César Farías, quien regó en mi mente esta obsesión, ya que se quejó de cómo Blooming perjudicó al espectáculo al “cancherear”, “hacer tiempo” en los minutos finales donde su equipo -The Strongest- perdió. Entonces la gran duda ahora es definir si de verdad existe el “antifútbol”. El venezolano no pronunció ese término, pero lo dejó picando. Y aquí saltan mis ganas de declararme partidario del buen fútbol, el toque, la gambeta. Incluso declaro mi frustración por cómo pienso que ganó el mundial Francia, y declararía igual que Hazard: “prefiero perder con Bélgica jugando bien”. Pero el problema es que no sé si creerme este cuento: Juegas bien o ganás (sí, con énfasis gaucho).
Menotti, Bielsa y la gente que piensa como ellos, como el destacado comentarista, Diego Latorre, responden diciendo que este es un falso debate. Nadie elige ganar y peor aún, los que juegan “bonito” no se plantean “vamos a jugar bonito y me vale si pierdo o gano”. Les recomiendo buscar el viejo debate Bilardismo vs Menottismo, seguro que se encuentran con muchos buenos videos y carcajadas. La clave está en este punto, y la frase de Menotti lo refleja mejor que nadie: “Nadie dice yo quiero jugar lindo, lo lindo aparece como resultado de las cosas bien hechas”. Y no puedo estar más de acuerdo, ¡nadie sale a la cancha a perder! Y con este argumento podemos cuestionar que hay detrás de los estilos que tanto nos han vuelto locos: fútbol defensivo vs fútbol ofensivo. Pero vale mejor colocarlo como el que más juega con pelota, y el que no la utiliza tanto.
Del estilo defensivo, yo veo lo siguiente. Es cierto que Francia parecía que aburría los partidos y los enredaba. Pero qué estrategia más astuta. Espera que su rival haga el desgaste mental, que piense demasiado todas las soluciones. Y con gente como Kanté ser disciplinados y aguerridos en la marca. Ante el error del rival, encender la moto y que Mbappé o Griezmann te encajen en segundos el gol. Efectividad asegurada por el desgaste mental del rival. Pero como todo en la vida nada es tan seguro. Juegan con el miedo de que por un mal despeje se la dejen servida al rival. O que un disparo potente sea gol porque rebotó en el defensor. Y peor aún si los delanteros están en un mal día. Su seguridad está que se desgastan menos mentalmente, y sus peligros son lo aleatorio o desconcentración al defender.
Del lado ofensivo, que bien tiene muchas variantes como la presión agresiva de Klopp o Bielsa, no solo es el fútbol de toque del Barza o los equipos de Guardiola. Y su elemento más nombrado, la posesión, la fuente de seguridad que aclaman sus defensores. Si la tienes tú el rival no puede hacer nada y se somete a tus acciones. Si es un partido trabado y no encuentras los caminos, al menos te defiendes reteniéndola (mejor si la retienes ya ganando). Y ante el desgaste físico del rival, porque se corre más detrás del balón que teniéndolo, te aseguras de que aparecerá el hueco. Pero son súper conocidos los peligros: ni bien la pierden puedes apuñalarlos al contragolpe. O a balón parado todos tus toques se esfuman con un buen cabezazo. Y los imponderables del fútbol que a nadie discriminan: Un mal día y la pelota no entra al arco por falta de puntería, un buen arquero o ambos.
Este debate jamás encontrará la conclusión de cuál de ambos estilos puede ganar el título de “fútbol”. Pero nadie habla de lo que quiere el espectador: ¡oh para!, ¡no hay un solo tipo de espectador! Están, entre los que me identifico, aquellos que mendigamos “una buena jugadita”, al estilo de Galeano. Y está el hincha acérrimo que le importa más que su equipo no deje de sumar al marcador mientras el rival no haga ninguno. Al que le importa poco que Saavedra, Castro, el Pochi o Mosquera tengan una mala tarde si su equipo la emboca en el último minuto para ganar. A ellos pregunten de verdad sobre el espectáculo: las emociones. Y lo más digno de este deporte es que llegan tanto con un buen caño o una buena pared, como por una barrida rompe piernas. Bendito deporte que tiene estos matices, estos antagonistas. Ah y se juega bien a cualquier estilo. Jugar mal es no proponer ninguno.