Todo brilla y todo reluce. Realmente. El predio de Tecnópolis se destaca por la comodidad de sus pabellones, bien organizados para cada especificación: en la verificación técnica no hay un papel en el piso. El amplio salón parece un quirófano con tribunas, donde el público observa con asombro la revisión de las autoridades deportivas en el sellado de motores, bridas y demás ajustes.
Es el primer momento de ansiedad y de nerviosismo de los pilotos y de los asistentes. El trabajo de tanto tiempo en los talleres llega a su punto de examen. Cualquier error puede dejar todo el esfuerzo al margen de la competencia si no lo habilitan a largar el Dakar.
Un técnico inspecciona un casco de un piloto durante las verificaciones de los participantes. Foto: EFE
Mientras tanto, en el parque de asistencia del Village, el resto de las estructuras ultima los detalles para que nada quede librado al azar una vez que Buenos Aires quede lejos en los espejos retrovisores, aunque con la enorme ilusión de volver, dos semanas después, al mismo punto de partida.
En medio de ese nerviosismo que sólo se vive en la intimidad de cada uno de los equipos (se preparan las carpas, las bolsas de dormir, las herramientas, los bolsos, las linternas y hasta los pañuelos humedecidos tan útiles durante el recorrido en sitios tan secos), el público colapsó los alrededores de Tecnópolis. La curiosidad y el fervor que despierta esta competencia es única. Y mientras los equipos están de estreno con máquinas e indumentaria, por el Village recorren las calles bien protegidas con el prolijo vallado que separa a los participantes de la gente.
Es cierto que muchos de los más de 3000 habitantes del campamento itinerante que a partir de mañana deambularán por la Argentina, Chile y Bolivia aprovecha hasta último momento para descansar en una cama y acude a los hoteles. Desde mañana, la bolsa de dormir será el lugar de reposo por un puñado de horas por jornada, dentro de las pequeñas carpas que parecen multiplicarse cuando el bivouac toma vida en cada una de las etapas.
Sin embargo, están los que ya viven este Dakar 2015 desde adentro. Los mecánicos que no se despegan de las máquinas. Y allí duermen, ya con las carpas armadas sobre el asfalto del predio de Villa Martelli. Algunos aprovechaban la temperatura veraniega para colgar hamacas paraguayas entre camiones y así descansar antes de salir al derrotero lleno de aventura.
El público colmó las instalaciones. Los stands promocionales estuvieron atestados durante todo el día con la llegada de la gente, que participaba de las promociones y que se prestaba a toda acción que recompensaba con un souvenir, por más pequeño que fuera.
En los alrededores de Tecnópolis el caos vehicular demostraba la afluencia de público. Autos estacionados a la vera de la General Paz ya eran muestra de la cantidad de público en el predio. Sobre la avenida de los Constituyentes, el tránsito marchaba a paso de hombre, entre los curiosos y las máquinas de competición que salían a chequear que el medio mecánico estuviese en orden. Nada de acelerar de más. Cada máquina está controlada por un sistema satelital por el que se detecta si alguno supera las velocidades máximas en las arterias que transita. De ser así, es penalizado en la competencia.
La fiebre del Dakar ya se instaló. Los hombres aumentan la adrenalina y las máquinas se aprestan al gran desafío. Mientras tanto, el público goza de un espectáculo único, envuelto por esa aura que conforma la aventura…
#DakarxLate | Todo listo para el primer desfile del #Dakar2015, se viene la largada simbólica #DakarBo #VamosBolivia pic.twitter.com/dlEuNQHIDR
— Latedeportes Bolivia (@Latebol) January 3, 2015
Fuente: CanchaLlena.com.ar