Luego de cuatro semanas tengo el agrado de volver a través de esta columna y qué grato que el reencuentro coincida con un acontecimiento que para todos los seguidores del fútbol fue tonificante.
El deporte ha sido siempre uno de los motivos centrales para unir a los bolivianos, y la actuación del club Bolívar en campos argentinos ha sido una demostración más en ese sentido.
Valoremos la tarea de Xabier Azkargorta, que levantó a un decaído equipo celeste hasta encumbrarlo a este sitial de preferencia. El respaldo que le dieron Guido Loayza y Marcelo Claure, enfrentados incluso con parte del directorio, porque éstos no veían en el nuevo DT la solución que buscaban para el equipo superior. Confieso que personalmente tampoco tenía confianza en que el vasco reverdezca viejos laureles en tan corto plazo.
Sin embargo, ahí está la respuesta positiva que han dado todos los integrantes del equipo celeste, con una hasta ahora sobresaliente producción expresada en resultados y en muchos momentos en la misma producción del plantel.
Bienvenido el corto proceso que ha originado este cambio fundamental, poniendo en práctica aquella expresión de un famoso DT argentino que consideraba más valiosa la paciencia del torero que la furia del toro.
Con un equipo que pocas veces entra en el terreno del apuro y aprendió a reponerse de los inesperados contrastes, Azkargorta está como nunca antes, tan cerca de la gran hazaña de llegar a semifinales en la Copa Libertadores, repitiendo lo que en dos ocasiones consiguió el equipo celeste en la Copa Sudamericana.
Por todo ello, es fácil suponer que el jueves 15, parafraseando una canción de Jorge Eduardo, Bolívar será Bolivia entera.
