Ahora que todos nos subimos al tren de la victoria y nos llenamos la boca de triunfalismos es necesario recalcar que no le ganamos a nadie, solo a nosotros mismos.
Porque muchos abrían grandes los ojos para creer que el primer tiempo estábamos goleando una selección mundialista, porque aún más volvieron a al típico derrotismo cuando faltaban 10 minutos y los ecuatorianos estaban a tiro de empate; anoche le ganamos a nuestro complejo derrotero, ese maldito complejo que nos tira abajo antes de empezar algo, ese que nos hace olvidar las alegrías primando las críticas y tristezas.
Anoche los jugadores decidieron creer y, por fin, se convirtió en realidad en el primer tiempo; pero cuando se acercaba la noche y parecía que volvíamos a nuestra realidad creyeron aún más y nos ganaron a todos.
No somos la mejor selección del continente, yo creo que no estamos ni cerca de salir del fondo, seguimos hundidos en una nefasta organización y un fútbol local mediocre, pero anoche elegimos creer y nos ganamos a nosotros mismos y a nuestro tradicional complejo derrotista, esa es la senda.