Marea roja, barrera amarilla

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La presión de la localía no es poca cosa. Eso debería siempre tenerse en cuenta cuando uno es el anfitrión, y deberían saberlo todos los que dicen que uno gana fácil un campeonato siendo local. Chile, que sabe que esta es una oportunidad de oro para ganar su primera Copa América y así coronar a su “generación de oro” se lo tomó bien: de entrada nomás hubo muchas llegadas con ímpetu, hasta con lujitos de Alexis Sánchez para habilitar a sus compañeros, sin perder el orden. 

La barrera amarilla que propuso Quinteros fue efectiva porque bajó esos ímpetus y le puso paños fríos al ataque chileno hasta el final del 1T. Una muy ordenada línea de cuatro con Paredes, Achilier, Erazo, y Ayoví sacaban las pelotas que quemaban en el área y controlaban tanto al “Rey” Arturo Vidal como a Alexis Sánchez, los factores desequilibrantes de Chile y a la larga figuras del partido. Tampoco es que Ecuador esperaba agazapado: es un conjunto de líneas muy equilibradas, y la picardía de Milner Bolaños se evidenció en varias salidas, aprovechando el talento de Montero por su banda. Cuando parecía que Ecuador tenía al local controlado llegó el penal sobre Arturo Vidal, una torpeza que los defensas amarillos lamentaron y que el mediocampista de la Juventus se encargó de canjear por gol.

En el 2T Sampaoli, DT de la Roja, sacó a Beausejour y metió a Vargas, sacó a Valdivia (que andaba flojito) y puso a Matías Fernández. Buena lectura de Sampaoli porque Ecuador no se guardó nada después del gol y subió a buscar el empate; un travesaño le dijo que no al equipo del Facha, minutos antes de que un error de Ibarra en la salida derive en el gol del ingresado Vargas (habilitación de Alexis). De ahí en más, retener la pelota y esperar. 

Ecuador se paró bien y mereció más, pero Chile fue más insistente y cumplió con su gente. El grupo no está fácil. Esta Copa nunca lo ha sido. 

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