La reciente eliminación de la selección sub-17 ; con goleadas incluidas, las ruidosas caídas del equipo mayor, el nuevo descenso en la calificación internacional, junto a la virtual desaparición de esperanzas clasificatorias al mundial del 2014, deben ser suficientes luces de alerta para la actividad deportiva boliviana.
Seguir ilusionando al aficionado con inalcanzables objetivos, sin ver la realidad en la que nuestras selecciones se preparan para competir internacionalmente, es provocar un daño mayor al más popular de los deportes.
Hace tiempo que varios medios de comunicaciones venimos alertando sobre los resultados que nos esperan, si seguimos transitando por un camino equivocado como el que se ha elegido últimamente.
Para corregir los errores cometidos, el primer paso es reconocerlos. Si dirigentes y técnicos siguen justificando fracasos sintiéndose conformes con las derrotas que experimentamos con tanta frecuencia, es casi un hecho que no van a preocuparse por operar cambios que necesitamos con urgencia.
Las categorías menores van y rivalizan con equipo más capacitados, sin cumplir partidos de preparación, pese a contar con posibilidades de disputar los mismos.
Los conductores del equipo mayor han desechado permanentemente esas programaciones bajo el pretexto de que no hay rivales que quieran jugar en la altura, pero al mismo tiempo han olvidado que hay equipo profesional que en cada receso están deseosos de ser tomados en cuenta como examinadores. Salvo que exista un temor de que esos equipos los pongan en aprietos al tratarse de una selección, es difícil comprender la negativa que incluso es justificada en conferencias de prensa, señalando que esa idea no cuadra con los planes establecidos.
¿ Pero si esos planes nos llevan de fracaso en fracaso, no es perentorio darse cuenta, que llegó la hora de cambiar..?