“No hay riesgo más grande que no arriesgarse”. “Nadie se arrepiente de ser valiente”. Se puede decir de mil maneras; lo importante es que se entienda: México murió, pero murió con la suya.
Se le plantó al vigente campeón del mundo y al principal candidato al título en disputa. Y no se le puede pedir mucho más; le faltó muy poco –concentración, definición, etc.– para seguir en carrera.
No será la mejor selección mexicana de la historia, tal vez ni siquiera de las últimas décadas, pero será una de las más recordadas. Principalmente, por una cualidad que se ve cada vez menos en el fútbol moderno: las ganas de jugar siempre a ganar, esté quien esté enfrente.