Decían que el fútbol era antes más lento. Pero sin velocidad no puedes jugar en ningún lado. En el fútbol profesional triunfan los veloces. Hay que jugar bien, tener entusiasmo, amor a la camiseta y cariño a la patria. Eso es lo que hay que tener. Y jugarse el todo por el todo. Siempre me he contado como la doceava parte del equipo, porque el entrenador tiene que intervenir. Pero he sido un jugador de equipo, un luchador. Tenía mis filigranas, mis cosas, pero aportaba todo para potenciar al equipo. Como yo luchaba y corría, exigía lo mismo de mis compañeros. Un equipo es bueno cuando tiene buenos jugadores. Con jugadores regulares es difícil hacer un gran equipo. El abc de la técnica, que hay que tenerlo a los 15 años. Con 15 años hay que tener unos buenos instructores que te vayan conduciendo para que aprendas la letra m, la k y la z. Porque a los jugadores, cuando tienen 15 o 17 años, hay que conducirlos como a un arbolito y enderezarlos.
Parar-toque, parar-toque. Todo, a base de pase, que es lo más difícil. No discuto al individuo que supera a uno, dos y tres dentro del área. Pero, desde el medio del campo, eso es de una lentitud espantosa a pesar de la brillantez del que gambetea. Sin embargo, con cuatro pases, se deshace uno de 30 metros de campo. Una pelota no se mueve por ella misma. La tenemos que mover nosotros. También el fútbol tiene algo de arte. Todo lo que hacemos con los pies lo hemos de hacer antes con la cabeza. El fútbol ha sido para mi una verdadera vocación. Yo tuve unos compañeros que me enseñaron a que había que tener antes que nada habilidad. A mí me gusta el jugador que tenga arte. El jugador claro, limpio. Ahora algunos se ocultan detrás de los números: soy delantero y no puedo bajar, dicen. Antes, el 11 era el primero que defendía. En el fútbol hay que trabajar para el pueblo, para el que paga la entrada.
Yo era un todocampista que jugaba por donde fuera, no era un mediocampista. Me daba lo mismo la derecha que la izquierda, arriba que abajo. Si había que bajar se bajaba y si había que rematar se remataba. Ahora algunos se ocultan detrás de los números: yo soy delantero y no puedo bajar, dicen. Antes el “11” era el primero que defendía y el 1 el primero que atacaba. El fútbol es un juego colectivo, yo marcaba, me llevaba los honores, pero había diez compañeros al lado que no paraban de correr. Esto no es ni tenis ni boxeo. Yo nunca pensaba ni en los premios ni en los goles. No era ambicioso en ese sentido. No hacía apuestas de cuántos goles iba a marcar ni me ponía metas. Es lo mejor. Ni picarte, ni cebarte, lo demás viene sólo, seguro. Jugaba para el equipo y alguno tenía que marcar. Para mí jugar de tacón debe ser un recurso, no una costumbre.
El fútbol está mejor que antes y va a más. Mejoran los cuidados, la alimentación, los viajes, las instalaciones… Los jugadores anteriores a mí también decían que nosotros teníamos más medios. Pasará lo mismo en el año 2100. Yo gané dos balones de oro de esos que ahora ganan Messi y Cristiano y los gané con el sudor de mi frente y con el sudor de quienes jugaban a mi lado. A mí lo que me interesa es jugar bien, es lo que hay que hacer. Y si se sale campeón, mejor. Los jugadores tienen que cuidarse. En el Madrid hay que correr, no se puede estar parado. Las amistades hay que vigilarlas. Los futbolistas tienen que convivir con el pueblo. No hay que ser egoísta, hay que jugar para el pueblo, porque hay gente que llora al ver que su jugador predilecto hace un gol. El fútbol ha sido el enlace más grande que han tenido los países. Sepan o no de fútbol, se han unido en su pasión todos los habitantes de un país. Todos los gobiernos, cuando llega un equipo, lo reciben como a una auténtica misión diplomática.
Fuente: Marca.com