RIO DE JANEIRO. El último clásico sudamericano de los Juegos Olímpicos se jugó en el Maracanazinho, solo el Voley y Básquet lograron enfrentar a las dos potencias sudamericanas que además le pusieron pimienta a todos los estadios.
La rivalidad más pura del mundo, porque no contiene tintes políticos o bélicos, si no porque es netamente futbolero, se transformó en una constante lucha de hinchadas en cada partido donde había un argentino en juego.
Brasil alentaba siempre por el rival, incluso en el Handball, se volvió a escuchar el famoso soundtrack del Mundial, “Brasil, decime que se siente”, pero los Cariocas respondieron con inteligencia, la cargada al subcampeonato. Si los argentinos cuentan hasta siete en cada estadio recordando la goleada de Alemania, los Brasileños cuentan hasta 20 por la falta de títulos del equipo Albiceleste. Así, salvo algunos encuentros de personas enfermas o borrachas, no pasaron a mayores, por suerte.
En lo deportivo, el vóley fue favorable a Brasil, en damas y varones doblegaron a los argentinos, en baloncesto lo contrario, Argentina ganó un partidazo y los dejó fuera, el resto fue sólo folclore puro. Desde la inauguración que la delegación rioplatense desfiló con abucheos, se suponía que este colorido iba a pasar, y salvo aquella ridícula pelea en el Tenis, el resto pasó entre fiesta y risas.
Ya no hay más chances de tener argentinos frente a brasileños en cancha, los estadios comienzan a pintarse de colores distintos a ellos en muchos casos, igual la fiesta de esta rivalidad estuvo presente, bienvenida si es así, en paz.