Boris Miranda*
4 de noviembre de 2005: Evo Morales, Daniel Viglietti, Emir Kusturica, Manu Chao, Silvio Rodríguez y Víctor Heredia eran parte de un gran equipo. Pero las figuras estelares del plantel latinoamericano eran otras dos: Diego Armando Maradona y Hugo Chávez Frías.
En el frente se encontraba nada menos que la escuadra capitaneada por George W. Bush: el team del ALCA
El partido se disputaría en tierra latinoamericana, en Mar del Plata, Argentina. Jugábamos de local, pero con las reglas del adversario: era la cuarta Cumbre de las Américas y se definía nada menos que la conformación del Área de Libre Comercio de las Américas.
El 28 de julio de 1954 faltaban más de seis años para que el mejor jugador de fútbol de la historia nazca, pero en esa fecha abría los ojos otra persona que marcaría su nombre con fuego en la vida de Latinoamérica.
En Sabaneta, pueblo humilde en mitad de los llanos de Barinas, nació Hugo Chávez. En 1960, en Fiorito, una villa miseria en la periferia de Buenos Aires, nació Diego Maradona.
Tendría que pasar casi medio siglo para que coincidan en esa victoria histórica que comandaron los dos en Mar del Plata.
En 1976, el joven subteniente Chávez ya estaba graduado de la Academia Militar de Venezuela, su querida alma mater, mientras el Pelusa jugaba sus primeros minutos como profesional en Argentinos Juniors, el club en el que cultivó su talento desde sus años de Cebollita.
Faltaban muchos años para que el primero se convierta en el comandante de la revolución boliviariana y que el segundo humille a Inglaterra con aquel gol irrepetible de México.
Cuando el venezolano alcanzó el grado de capitán, Maradona fracasaba en su primer campeonato mundial y Argentina apenas despertaba de la pesadilla de la dictadura militar y la guerra de las Malvinas.
Italia ganó la Copa del Mundo de ese año. En el camino quedaría el fantástico Brasil, de Sócrates, Zico y Falcao, el único a la altura del scratch de Pelé.
Ese año, 1982, Chávez emularía a Simón Bolívar al jurar construir una nueva república junto al grupo de militares con los que fundó el Movimiento Bolivariano Revolucionario.
Todavía tendrían que pasar décadas para que Chávez pronuncie su inolvidable “A ti te hablo, reina de Inglaterra. Deja quieta a las Malvinas”. “Las cosas han cambiado, señora reina, y ya no es 1982”, diría en su programa de televisión mucho tiempo después (2010).
A mediados de 1994, Maradona era expulsado del mundial de Estados Unidos y Chávez lograba salir de la cárcel gracias a una amnistía política.
Dos años antes, el levantamiento militar que protagonizó no pudo tomar el control de Caracas. “Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados”, dijo a modo de desafío.
Diego consumió efedrina en un medicamento contra la gripe y la FIFA no tuvo compasión. Su suspensión significó el fin del sueño argentino en Estados Unidos y él sintetizó lo que los jerarcas del fútbol le hicieron en una frase inmortal: “Me cortaron las piernas”.
Brasil triunfaría en aquel mundial. Bolivia estuvo presente y jugó bien, pero le faltó creer que era posible.
Los 90 fueron catalogados como “la década perdida” y con mucha razón. Las fuerzas populares eran incapaces de responder al consenso liberal con el que se gobernaba en la mayoría de los países de América Latina.
En ese 1994, Hugo Chávez conocería a Fidel Castro en La Habana, mientras que en el Chapare comenzaba la marcha por la “Coca y la soberanía” encabezada por un casi desconocido Evo Morales, quien apenas unos años antes era el secretario de deportes de las federaciones de cocaleros del trópico de Cochabamba.
Su pasión futbolera lo puso en el camino de la dirigencia, el resto es historia conocida.
Maradona ya no era futbolista y su adicción a las drogas comenzaba a hacer estragos en su cuerpo, mientras se jugaba el Mundial de 1998.
Al mismo tiempo, Hugo Chávez recorría Venezuela con la promesa de refundar su país y faltaban pocos meses para el primer triunfo electoral de los muchos que alcanzaría.
Evo Morales ya era diputado cuando Zinedine Zidane levantó la Copa del Mundo después de marcarle dos goles al Brasil de Ronaldo y Rivaldo.
Faltaba poco para la debacle del menemismo en Argentina, los triunfos del Frente Amplio en Uruguay, la llegada de Lula a la presidencia de Brasil y el tiempo de las sublevaciones en Bolivia. Faltaba muy poco.
En noviembre de 2005 se jugaría aquel partido decisivo. Las fuerzas sociales que habían ganado espacio en las democracias latinoamericanas medían fuerzas contra el consenso de Washington y el emblemático proyecto del ALCA.
Diego, flaco, rejuvenecido y rehabilitado, asistió a la convocatoria de Hugo. “Tu juegas en mi equipo”, le dijo el venezolano al Pelusa ante 40.000 personas y el zurdo no le falló. Ellos fueron las figuras de esa victoria fantástica que cambió la historia de América Latina. Gracias a D10S y al Comandante.
*Periodista, autor de “La mañana después de la guerra”. (@ivanbor)
________________________Bonus track. Mar del Plata 2005.
[youtube]http://youtu.be/VUxi0p6X3aU[/youtube]