Con 207 de las 209 asociaciones habilitadas para votar (Indonesia y Kuwait tienen suspendido el derecho a sufragar) eligen este viernes al noveno presidente de la historia de FIFA en más de 50 años.
Entrampada en varios casos de corrupción que han puesto al organismo que gobierna el fútbol mundial –y un negocio multimillonario- contra las cuerdas de las justicias estadounidense y suiza, la elección intenta ser el primer paso hacia una nueva era y los clavos en el ataúd político del ya ex presidente Joseph Blatter. Muchos de los hombres que votan hoy en la ciudad suiza de Zúrich no saben todavía si los fiscales están tras sus pasos.
Cinco hombres se disputarán hoy los votos de las delegaciones. Dos parten como favoritos, el políglota suizo –y secretario general de UEFA- Gianni Infantino y el jeque bahreiní Salman Ben Ibrahim Al-Khalifa. Los otros tres contendientes, con muchas menos opciones, son el sudafricano Tokyo Sexwale, el príncipe jordano Alí bin al Hussein y el francés Jérôme Champagne.
Infantino es el candidato europeo y tiene tras él a toda la UEFA. Opción B tras la abrupta caída del francés Michel Platini –también afectado por los escándalos de coimas-, viajó a 70 países para hacer campaña y promete ampliar el Mundial de fútbol a 40 selecciones –contra la opinión de los clubes europeos- y repartir más dinero entre las federaciones nacionales.
Su gran rival, el jeque de Bahrein Salman, se enfrenta en los últimos días a las acusaciones de que fue parte en la represión política en su país tras las revueltas ligadas a la “Primavera árabe” y a nuevas sospechas de malversación de fondos. La prensa europea apunta a Infantino como el favorito, pero el bahreiní contaría con los votos de África y Asia. Su victoria sería la primera de un no europeo o sudamericano.
Sea Infantino, Salman o se diera la sorpresa de la victoria de uno de los otros candidatos, el nuevo presidente tomará las riendas de una organización con el prestigio por los suelos y los fiscales tras sus pasos.
FIFA –que presume de tener más miembros que Naciones Unidas- vive desde hace meses al ritmo que le marcan las revelaciones de la prensa y las investigaciones de la Justicia. Hay más que sospechas de que todos los Mundiales desde el de Francia en 1998 –sólo se salva por ahora el de Corea-Japón de 2002- fueron concedidos tras el pago de coimas.
El gobierno del fútbol mundial, envuelto en detenciones, extradiciones, dimisiones, encarcelamientos, millones de dólares perdidos en los bolsillos de altos dirigentes y patrocinadores dispuestos a abandonar el fútbol, espera a su nuevo hombre fuerte. Pero será una evolución, no una revolución, porque todos los candidatos son parte del sistema.
Fuente: CLarin
