En el podio con la medalla dorada, el conjunto del colegio Santo Tomás de Aquino, que durante su competencia demostró que el primer lugar les pertenecía. En el segundo lugar, el colegio Franco Boliviano, con una presentación de aros logró la medalla de plata. Y en el puesto que falta, el colegio Amigos de Italia, con una serie que sorprendió pero que no pudo superar a los otros, donde obtuvieron la medalla de bronce.
Era el campeonato intercolegiales de gimnasia que se realiza todos los años con la colaboración de la embajada de Argentina. Es una competencia destinada a incentivar la práctica de la gimnasia, para masificar el número de competidores que pueden llegar a ocupar un lugar en la selección boliviana, buscar ser deportistas de alto rendimiento.
Desde la mesa de jueces, la realidad me dio un golpe. La idea de buscar más participación en el deporte es un paso para encontrar niños talentos que pueden dar triunfos al país. Pero la realidad es que muchos de estos talentos no tienen recursos para costearse una carrera deportiva.
Ese día, en medio de mallas con lentejuelas, música de moda y clásica, una gradería repleta de familiares emocionados con los primeros pasos de sus futuras campeonas, la realidad me mostró que no todos tienen las mismas oportunidades. Las gimnastas de bajos recursos entrenarán hasta llegar a un punto donde la situación de su país hará lo suyo, si nada cambia, tendrán que abandonar.
Hoy termina la participación de los bolivianos en los Juegos Olímpicos y aunque nos llevamos muchas alegrías con las participaciones, todavía nos falta mucho para alcanzar un presea. La historia de Bolivia todos la conocemos. País que cuenta con escasas instalaciones deportivas, sin un centro de alto rendimiento y limitado apoyo económico para el desarrollo del deportista. Aún con todas estas deficiencias, nuestros representantes dieron la cara y nos llevamos buenos recuerdos de Río 2016.