RIO DE JANEIRO. El arte de corregir sobre la marcha. Podría ser el título de un libro que refleje el mérito de Tite en la conquista brasileña. Porque tal como explicó el técnico de la Canarinha en la conferencia previa a la final, el equipo te lo van dando los partidos, el rodaje.
Antes de la Copa se habló mucho de la ausencia de Neymar y el mal momento de Gabriel Jesus, de irregular semestre en el Manchester City. Y en el primer partido, contra Bolivia, Richarlison y Neres fueron los acompañantes de Firmino en el ataque del Scratch.
Después de aquel debut, el 0-0 con Venezuela fue otro llamado de atención. Pero todo cambió en el tercer partido, cuando Gabriel Jesus –Richarlison era baja por paperas– y Everton aparecieron desde el arranque y Brasil derrotó categóricamente a Perú.
Poco se movió en los tres partidos siguientes. Simplemente las bajas de Casemiro, por suspensión, y Filipe Luís, por lesión, obligaron a Tite a modificar su equipo de mejor rendimiento. Y los sustitutos estuvieron a la altura. Al final, apareció el mejor Brasil.