El fútbol boliviano se debate en una inocultable crisis económica y humana desde hace mucho tiempo. La deficiente administración en los equipos superiores ha ido remarcando anualmente mayores complicaciones para los dirigentes de turno, tanto por que nada hacen para cambiar la reglas o porque heredaron de pasados directorios, deudas y compromisos irresponsablemente adquiridos.
Ya paso a la historia aquella época de la declaración de un dirigente de elite cuando mencionaba, que los jugadores saben que se les ofrece diez y van ha cobrar cinco. Ahora esos profesionales tienen respaldo de entidades nacionales y organismos internacionales como la propia FIFA, que se encargan de hacer cumplir –no importa cuando–, lo establecido en sus contratos.
Sin embargo ninguno de los doce equipos profesionales propone buscar soluciones futuras, exponiéndose al riesgo de sufrir la perdida del patrimonio, que en muchos casos les legaron los visionarios del pasado.
Somos tan mediatistas, que solo buscamos soluciones a los problemas del presente sin prever nada para el futuro; así estemos convencidos de que ese futuro es poco menos que funesto.
El día que los dirigentes de turno logren acuerdos para dejar de despilfarrar dineros que aún no lograron, en una guerra de contratación de jugadores que cobran cinco veces más que los nacionales y aportan muy poco, probablemente se vislumbre un mejor futuro.
El momento que parte de ese despilfarro sea destinado a las canteras, fortaleciendo económicamente el trabajo en los semilleros, estarán abonando el terreno que pueda permitirles a mediano plazo salir también de esta profunda crisis humana en que se debate nuestro fútbol. Claro que para que eso suceda necesitamos dirigentes con ideas renovadas, con planes realizables. Algo de lo que lamentablemente, también carecemos.