Fierro, el eterno (?) salvador

La imagen, por sí sola, es casi poética. Por delante, Eduardo Fierro, con un grito por demás expresivo: estaba sacándose de encima un peso que pocos han podido soportar a lo largo de la historia. Detrás de él, el árbitro, marcando el círculo central; un gesto con el que fantaseaba todo el Siles desde hace más de ochenta minutos, y que, por cómo había estado jugando Bolívar, parecía lejano.
Foto: Alejandro Alvarez/Marka Registrada
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La imagen, por sí sola, es casi poética. Por delante, Eduardo Fierro, con un grito por demás expresivo: estaba sacándose de encima un peso que pocos han podido soportar a lo largo de la historia. Detrás de él, el árbitro, marcando el círculo central; un gesto con el que fantaseaba todo el Siles desde hace más de ochenta minutos, y que, por cómo había estado jugando Bolívar,  parecía lejano.

Futbolísticamente hablando, todos los presentes –menos el técnico San José, que después del partido, para la incredulidad de propios y extraños, aseguró que su equipo había hecho un buen partido– pueden coincidir: después del primer cuarto de hora, Bolívar mostró un juego muy pobre. En realidad, pobre es poco. El término no alcanza para describir la pálida actuación celeste, pero no viene al caso ahondar en el tema. Para el propósito de este relato, y en pos de preservar la salud mental de todos los bolivaristas, es mejor volver al tema inicial.

Fierro. Sí, Fierro, aquel que despertó la ira de muchos cuando su contratación se hizo pública, y que, ahora, es el punto más alto de todo el plantel. Aquel que, en dos partidos, además de hacer cuatro goles, salvó a Bolívar del papelón. Porque sí, la Academia no juega bien. A decir verdad, juega muy mal. Pero, en realidad, para ganar, no hace falta jugar bien. A muchos les cuesta aceptarlo, pero la historia –la más reciente, epecialmente– lo ha demostrado. Ese también es tema para otro –y, en este caso, interminable– debate.

Hoy, la realidad es que Bolívar está en la siguiente fase de la Copa. El problema, es que, esta vez –a menos que Municipal realice una hazaña más que épica– el rival no será un equipo que juegue igual o peor: será el campeón de América, Atlético Nacional de Medellín. La antítesis del mal juego. Y, cuando ese partido llegue, la Academia no podrá esperar que Fierro cargue con todo el peso del equipo. Aunque parezca una locura, ese es el punto: para ganar, no se necesita jugar bien; sólo se necesita hacer goles. Pero, para ganarle a un equipo como el que se viene, ¿será suficiente?

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