Fue un partido raro, al Tigre se lo notó nervioso de inicio a fin, pero sobre todo en el primer tiempo le costó pararse en el campo. Pablo Caballero, fiel a su estilo, histriónico como es para dirigir al borde del campo, intentaba pedir calma a sus jugadores, pero irradiaba lo contrario.
Las cosas no salían, pero apareció Chuma con un zapatazo que hizo explotar a todos en el Siles, su técnico, fue el primero en celebrar el golazo, era un alivio para la falta de ideas que tuvo su equipo. Sin embargo en el segundo tiempo no se tranquilizó el Tigre, es más se vio más nervioso porque a los siete del complemento Helmut rompió la linea de los centrales y empató.
Ahí comenzó el mayor descontrol, Pablo Caballero comenzó a mover fichas, Cristaldo pasó a jugar como último hombre, una línea de tres con Pereyra y Checa y el Teto atrás, comenzaron las dudas, cada pelotazo era peligroso para la defensa que no se encontraba cómoda. Se dio cuenta Caballero, volvió la línea de cuatro pero Cristaldo seguía de zaguero. Se fue lesionado Jair Torrico, ingresó Wayar, eso generó que Chumacero vaya a jugar por el medio ya no de extremo, tampoco funcionaba, Neumann fue al ataque y Ramallo -que no quiso salir- bajo como volante por izquierda. Movimientos atípicos en el Tigre.
Llegó el segundo gol, Cristaldo salió mal, Pereyra quedó pagando, y Gutiérrez de nuevo rompió la línea de centrales, con velocidad y una gran asistencia de Medina dio vuelta el partido. Al Tigre le seguían faltando ideas en la cancha, peor, el Torito con artimañas de mal gusto, pero legítimas le fue consumiendo el tiempo. Caballero notó que Cristaldo en la zaga central no fue su mejor idea, volvió a poner a Checa en la dupla del fondo, el Teto fue a la banda, ingresó León por Ramallo, que se fue enojadísimo.
Todas las piezas se movieron, al final le costó acomodarse al Tigre en los 90 minutos, y terminó pagando el precio, alto precio, de una derrota en el partido más importante del torneo.