Oscar Pinino Mas, del River Plate de Buenos Aires, por la izquierda y Garrincha, del Botafogo de Río de Janeiro, por la derecha, son lo máximo que vi en las posiciones. Uno, pese a sus piernas chuecas, era un verdadero acróbata y dejaba, literalmente, locos a sus marcadores. El otro, velocista y gambeteador dejaba en el suelo a sus perseguidores. Ambos iban siempre hacia adelante, en diagonal o junto a la banda, pero siempre rumbo al arco adversario.
Eran dos jugadores que escribían poesía con los pies. Eran dos artistas que tenían en las puntas derecha e izquierda de los gramados, los bastidores para pintar sus obras. Eran dos aglutinadores que prohibían a las hinchadas adversarias justamente ser adversarias, pues éstas, las dos, eran obligadas a aplaudir las jugadas por ellos creadas.
Su talento individual estuvo siempre al servicio del colectivo, del grupo.
Y como todo miembro de un colectivo y de un grupo con obligación de formar un equipo, tenían sus funciones específicas: recibir el balón junto a la línea lateral, cerca de la línea divisoria del campo de juego, y partir para encima de su marcador, o casi siempre sus marcadores; cuanto más juntitos a la banda jugaban, se llevaban a dos o tres adversarios, dejando espacios para sus compañeros por el medio. En cuestión de segundos, cambiaban de rumbo, yendo hacia adentro, en diagonal, para, en el mismo ritmo, cortar para afuera y cumplir la misión: alcanzar la línea final y cruzar siempre hacia atrás, por abajo o por arriba. Pero no pocas veces mudaban de idea en el camino y decidían, ellos mismos, concluir la jugada con sendos disparos que se convertían, casi siempre, en gol. Y a correr para el abrazo.
Actualmente, para mi agrado, y estoy seguro para el agrado de muchos, los entrenadores están buscando jugadores hábiles y veloces para atacar por esos sectores pero, por el hecho del futbol haber preterido de los especialistas desde que terminó la Copa del 70´en México, no está fácil encontrarlos, exigiendo que cualquier jugador, inclusive un medio campista, deba estar preparado para caer por las puntas, hasta para evitar, inclusive, el apoyo de los laterales volantes contrarios.
Entonces que a nadie extrañe que el retorno de los punteros signifique el fin del centro delantero, el llamado delantero de área, así como el ocaso de los llamados volantes de contención.
Porque por todos esos cambios tácticos es que el futbol actual es más veloz que el fútbol practicado hasta la Copa del Mundo del ´70 en México. Pero es una velocidad basada principalmente en la circulación del balón, que exige del jugador mayor concentración en el desmarque, lo que yo llamo de “jugar sin el balón”. Para todo ello, es necesaria una excelente preparación física.
Definitivamente, el futbol moderno exige la presencia de muchos garrinchas y pininos lo que, convengamos, es muy difícil.