A dos jornadas de la finalización del Torneo de la Liga Profesional de Fútbol vuelven a la palestra los arbitrajes. Una vez más, los grandes culpables para resultados adversos o expulsiones, son esos señores que desde su ingreso al campo de juego parecen convertirse en los primeros rivales a enfrentar, tanto para aficionados, técnicos, jugadores como dirigentes.
Que hay deficiencia en la conducción de muchos partidos, resulta innegable y esto sucede no solo en nuestro país, también acontece en torneos de los países vecinos, del fútbol en Europa y de las citas internacionales, incluidas Copa América y Mundial. Pero es en nuestro medio donde se da mas énfasis a las protestas, que muchas veces llegan a extremos injustificables por los calificativos que se utiliza desde la tribuna, y con frecuencia a través de las páginas sociales tan de moda en esta época.
Y eso sucede porque no hay normas parejas para respetar los derechos de todos los actores de un partido de fútbol. Pocas veces el jugador incorrecto es criticado por sus allegados, y de estos tenemos muchos en nuestro medio. Nunca se determina una sanción para clubes cuyos seguidores hacen gala de un grotesco lenguaje para referirse a los rivales o a los árbitros. En países del viejo mundo ya varios han sido sancionados por insultos, que en nuestros escenarios serian apenas llamadas de atención.
Pero en un mundo descontrolado como son últimamente los campos futbolísticos en nuestro medio, todo tiene justificación menos el error humano del trío arbitral.
Esto se magnifica hasta posiciones insospechadas, cuando el crítico de turno tiene delante un cristal con el color de su conveniencia, a través del cual solo ve los errores que lo afectan pero nunca los que le favorecen.
Lo cierto es que posiciones de esa naturaleza no solucionan en absoluto los problemas actuales y contrariamente, solo crean malestar y una carga de tensión que ya está afectando a los propios jugadores y más a los fiscalizadores que anunciaron posibles medidas que podrían afectar incluso las jornadas que cierran la temporada. Esperemos que la sangre no llegue al río.
