Las famosas autonomías en el fútbol se han convertido en caldo de cultivo para que campee la corrupción. FIFA, Conmebol y FBF son claros ejemplos, junto a otras asociaciones nacionales, que se amparan en esa negativa disposición para fomentar favores de grupo, sino grandes beneficios personales.
Las recientes denuncias comprometen a un número mayor de dirigentes de élite y son pocos los que pueden sentirse al margen de los ilícitos negociados, por lo que se ven obligados a buscar componendas de mutua protección.
Lamentablemente los que han reemplazado a dirigentes que están en prisión o a punto de ser extraditados, no hacen referencia a la necesidad de cambiar las reglas de juego pese a las numerosas protestas.
Clubes uruguayos capitanearon junto a exjugadores de gran prestigio, un reclamo para que haya una distribución más correcta de los grandes ingresos de Conmebol, pero fueron acallados bajo amenazas de ser descalificados para futuras competencias internacionales.
Ahora sucede algo parecido frente la posición de los nuevos dirigentes de la FBF y así seguirá la historia mientras no sean varios los países que se alineen bajo la misma consigna de poner freno a tantas irregularidades que han ensombrecido el panorama futbolístico profesional.
De permitir que los organismos rectores del futbol sigan bajo las mismas normas, solo tendremos más de lo mismo.
En arca abierta, hasta el justo peca, señala una frase bíblica y la casi incalculable cantidad de dinero que promueve en la actualidad el fútbol profesional, será siempre una gran tentación para los de turno y una duda permanente de los que, originando el espectáculo que promueve ese movimiento económico, se ven al margen de sus beneficios.
Seguir tolerando la existencia de organismos intocables en el terreno económico, será una puerta abierta para fomentar la corrupción que está originando un preocupante alejamiento de los aficionados de los escenarios deportivos. Ojalá un acuerdo internacional con suficiente poder, se anime a poner el punto final.