Día 12: ¡Como te extrañé Moscú!

Tras algo más de ocho horas de viaje llegamos, fue casi un alivio.
Foto: @btoae / Late!
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MOSCÚ. Llegamos, estamos en casa, el Bolivia Media Center, como bautizamos a nuestro espacio de 5×5 en la zona de Koptevo se convirtió en la morada perfecta, el destino final de un viaje que será difícil de olvidar e igualar; Todos sabíamos que viajar en este Mundial no iba a ser tan fácil como en otras coberturas, primero por el idioma, segundo por las distancias y tercero por las formas, sin embargo nos dimos modos y acá estamos, de regreso a la capital, en casa y con ganas de seguir.

Encontrar pasajes de ida y vuelta a Nizhny Novgorod sólo fue posible con un experto, acá hago enfásis en un gracias a Ignacio, un experto viajero, se conoce todo el mundo y casi de memoria, sin su apoyo hubiera sido imposible ir y volver. Es que a la ida con algo de dificultad y a un costo razonable conseguimos un tren, pero a la vuelta, era imposible, trenes, aviones, todo colapsado, entonces nos preguntamos y ¿buses?, encontramos -por esas razones de la vida una opción- ¡la única! y la compramos medio a ciegas, pero era tomarlo o dejarlo y lo tomamos.

Ahora bien, salir de Moscú e ir a Nizhny implicaba comenzar a buscar estadía que estaba sobre valuada, hoteles todos por arriba de los 400 $us la noche, AirBnB difíciles, pero tomamos uno, mala idea, ahí comenzó la experiencia, estaba casi en las afueras de la ciudad, lejos de todo, parecía un barrio humilde y hasta peligroso, fue útil para dormir unas horas al llegar, pero no era opción para volver a las 3 am definitivamente.

Entonces comenzó la odisea, salir del estadio a las 2 am y preguntarnos ¿ahora? ¿a dónde vamos? ¿qué hacemos?, entonces apareció una cara conocida, Javi Lanza -gran periodista argentino y amigo mio- y comenzamos a caminar, con rumbo a al estación de tren, de repente se hizo grupo, caminábamos un gran contingente de periodistas argentinos, un alemán y yo (el boliviano), por el medio de una carretera, por el carril rápido de la carretera, como una especie de descargo de energía y bronca contenida por lo vivido en el estadio, comenzaron las risas, los chistes, siempre elegantes, con nosotros caminaba el gran Ezequiel Fernandez Moores, lujitos de Mundial.

Una vez en la terminal todo colapsado, eran las 3 de la mañana y no había espacio para nadie, miles de argentinos durmiendo donde podía, croatas intentando volver, tocó quedarnos fuera, hacer hora, para volver al AirBnB en las afueras a devolver la llave. ¡El tiempo no pasaba! se hizo eterna la espera, fuimos y volvimos a buscar el bus, ¿qué bus? nadie lo conocía, no era una terminal, era la calle, centenares de personas matándose por un lugar en las combis colapsadas, y nosotros -con una pareja de China- que teníamos boleto impreso, no teníamos vehículo, hasta que apareció un bus que parecía una máquina del tiempo, viejo, medio destartalado, era lo que había, que apareciera fue una tranquilidad tras una hora de tensa espera.

El camino fue tortuoso, al día sin noche (ver Día 11), ergo sin sueño y descanso, se sumaba un calor agobiante (35 grados), y la incomodidad del bus sin aire, sin espacio y los ruidos del vehículo que paró varias veces porque sobre calentaba, incluso fue foco de atención de la extrema seguridad Rusa y en un momento fue obligado a parar por militares rusos – con el susto que implica que se te metan dos tipos rusos al bus y te pidan tu documentación en ruso y con una metralleta AK 47 en la mano – sólo atiné a mostrar mi credencial, hasta ahora no sé que me dijo, pero tras decirme algo y ver que no entendía pasó a los siguientes y revisó pasaportes y mochilas a todos. No les gustó que un colega argentino que viajaba en el bus y estaba al aire comenzara a relatar lo que nos estaba pasando, se notó que se molestaron, pero por suerte el camino siguió.

Tras algo más de nueve horas de viaje llegamos (debió durar algo menos de seis horas), fue casi un alivio, todos en el bus dejamos salir un gran suspiro, la góndola paró -más por una obligación porque ya no daba para mucho más- en la primera estación de metro que pudo, la vista era sensacional, un momumento al valor de la mujer y una construcción sensacional en un parque lleno de vida. Volver a Moscú luego de un paso pesado, peligroso y anecdótico por Nizhny fue un alivio, sabíamos que viajar no iba a ser fácil, pero lo logramos, mañana tras el Bélgica – Túnez, lo haremos de nuevo, porque en la repetición está el gusto. ¡Que viva el fútbol!

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