MOSCÚ. Esa es la primera certeza que tenemos, desde que llegamos a Rusia, teníamos el temor del idioma, de las distancias, el clima, todo parecía ser un terreno nuevo y peligroso en un mundo desconocido para nosotros, pero por ahora, la primera certeza que tenemos en Rusia, es que mal no la vamos a pasar.
Sucede que el idioma, que es una barrera dura de romper, es endeble, la gente se muestra abierta a hablar inglés y los visitantes, se muestran abiertos a aprender una lengua complicada: Privet, Spa SEE ba, do svidaniya, son palabras que de a poco intentamos incorporar en nuestro lenguaje, pero de repente los taxistas responden con su rostro duro, un good bye, o un “Your welcome”, y el fútbol comienza derribar barreras que la guerra y las diferencias políticas, han hecho imposibles en el mundo.
Los centros de prensa en Moscú son amplios, con muchas opciones, con restricciones pero sin carceleros, con respeto al trabajo, los controles son estrictos pero educados y necesarios. El orden y el respeto predomina sobre cualquier prepotencia o discriminación, han sido sólo 24 horas en Moscú, pero las percepciones que tenemos son buenas, más aún si le sumamos un detalle clave, los precios no son de locura, el Mundial no es una oportunidad para salvar el bolsillo de algunos, pero si es una linda oportunidad para romper mitos de una cultura conocida por ser dura y sin flexibilidad, por ahora Rusia demuestra estar a la altura del desafío, restan dos días para la inauguración de la Copa del Mundo y todo apunta a que será la fiesta que todos soñamos, eso sí, el cambio horario será un gran desafío para todos en América, duerme poco, sueña mucho.