Desde que el campeonato empezó que se esperaba a Argentina. Un 5-0 a Bolivia una semana antes de empezar echaba sombras sobre la verde y abría las puertas de la expectativa con la albiceleste. Pero pasaban los partidos (cuatro) y Messi y cía. solo hacían los goles necesarios (cuatro). Messi declaraba: “cómo me cuesta anotar en la selección”. Solo había marcado de penal contra este rival, en el debut.
Paraguay llegaba a la semifinal invicto y con la chapa de haber frenado a los de Martino en ese primer partido con un 2-2 que sorprendió en su momento, con toda la entrega de los de Ramón Díaz, la garra que es parte de la identidad futbolística paraguaya. Y después de haber sacado a Brasil en cuartos, lo cual le daba más cartel. Pero nada, Argentina entró entonada y uno tras otro halló los espacios que no le había dado ni Colombia, ni Uruguay, ni Jamaica. Messi no marcó pero habilitó para los 3 primeros goles, gestando la jugada para otro más y se encargaba hasta de bajar a marcar. 2-0 y un error en la salida albiceleste hizo que Valdez recuperara la pelota y habilitara a Lucas Barrios para el descuento antes del fin del 1T, que le ponía emoción a la cosa.
En el 2T Paraguay hizo lo que tenía que hacer, salir a buscar el empate y Argentina hizo también su tarea: entró con todo a liquidarlo. Paraguay puede lamentar su puntería, 13 remates en ataque y solo 3 con dirección de arco (Argentina hizo 14, 11 con dirección al gol). Di María, Agüero e Higuaín dibujaron la goleada con fútbol sencillo y de toques rápidos, siempre con alguien dispuesto a recoger el rebote, siempre con Mascherano, Otamendi o Rojo cortando los intentos paraguayos y con Pastore en una gran noche. Los ánimos guaraníes alcanzaron apenas para contener los embates rivales. Es que Argentina despertó con todo y a tiempo, porque el sábado juega la final contra el local –que tiene méritos acumulados –en el Nacional de Santiago que va a estar repleto. No hay dudas, son ambos los mejores equipos de esta Copa América que se va terminando.