Siempre es riesgoso establecer fundamentos sobre una mentira. Con un comienzo así, el futuro queda claro, tarde o temprano la verdad se abrirá paso entre la multitud de falsedades y saldrá a la luz. En una posición de poder y gran responsabilidad, sin embargo, se corre un peligro aún mayor. Por naturaleza, el poder corrompe, y si se maneja en base a una mentira para sacarle provecho, sostenerlo se dificulta.
Se supone, por lo menos de antemano, que la mentira termina cuando la verdad sale a la luz, pero a veces ese no es el caso. Hay engaños que escapan a la regla. Los más grandes, elaborados minuciosamente, pueden perpetuarse más allá de cualquier interpretación. Pensar en varios casos no requiere de mucho esfuerzo, pero es mejor enfocarse de lleno en uno específico, y dejar de lado cualquier precedente.
Cuando el manejo de una pasión popular se le otorga a alguien, representa más que cualquier otro cargo jerárquico, obviamente exceptuando la política. Al encontrarse sujeto a críticas constantes, aparentar se convierte en una costumbre. Ahí está el riesgo, a medida que va creciendo, el engaño se convierte en tu única realidad.
Llega un momento en el que se hace necesario abandonarlo, salir por la puerta de atrás intentando pasar desapercibido, con los bolsillos llenos y la conciencia intranquila, pero con la sensación de haber cumplido el perverso objetivo. Pasado ese punto, ya no hay vuelta atrás.
Tuvieron que pasar varios años de decepciones antes de que se supiera la verdad, la que muchos ya presumíamos. Esta mentira en particular no se desmoronó con demasiada dificultad, fue deshaciéndose poco a poco, cayendo pieza por pieza, como un castillo de naipes. La ironía del caso es que esta revelación se dio casi de casualidad, en una investigación mucho más grande, de la que no se salvaron ni los peces más gordos.
Después de este golpe lo más lógico hubiera sido empezar de cero. Se esperaba que los acusados agacharan la cabeza, y pagaran por sus actos en silencio. Pero una vez consumidos por sus propias mentiras, ya no tenían nada que perder. En este punto ya no hay conciencia que valga, su concepto es irrelevante para sus propósitos, no existe en su realidad. Incluso después de revelada la verdad para todos los demás, continuarán atrapados en el engaño que ellos mismos crearon.
Así continúa esta historia, que pareciera no tener fin. La historia alguien que defiende su causa hasta las últimas consecuencias, víctima de sus propios engaños. Cruzando nuevos límites, dejando atrás más que una simple posición, más que su desgastada imagen, perdiendo hasta la vergüenza.