Cada vez se les exige más a las megaestrellas. Y si no están a la altura de lo que espera el público, pasan de ser los mejores del mundo a ser pechos fríos, sobrevalorados o fantasmas. Pero lo cierto es que el fútbol no es –ni fue, ni será– tan simple como eso. Hoy por hoy, menos que nunca.
En Rusia, los partidos están siendo más peleados de lo habitual. No alcanza con los nombres o la camiseta para ganar; hay que mantener la concentración de principio a fin, tener paciencia y, sobre todo, mostrar una amplitud de recursos ofensivos para romper con las propuestas tácticas de los rivales.
Hasta ahora, los “grandes” equipos se encontraron, en casi todos sus partidos, con murallas de zagueros. 6-3-1 fue el sistema más repetido por sus oponentes. ¿Es posible penetrarlo a fuerza de individualidades? Sí. Pero de individualidades que confluyan dentro de un buen funcionamiento colectivo.
Tite lo explicó mejor después de la agónica victoria brasileña sobre Costa Rica. “Toda individualidad aparece si el conjunto está fuerte, es inhumano colocar toda la responsabilidad en un deportista”, aseguró el hombre que le devolvió la identidad a La Canarinha (refiriéndose a las críticas sobre el rendimiento de Neymar).
Y da la impresión de que el título se definirá así, a favor del equipo que mejor se adapte a las exigencias del torneo, que se mantenga fiel a una idea bien definida de juego y, especialmente, que no dependa de la inspiración de un sólo futbolista para ganar sus partidos.