Más de 30 años en la vida no hacen otra cosa que llenarte de experiencias bellas y muchos recuerdos que no sólo quedan en la cabeza y el corazón sino que se convierten en parte del diario vivir, de manera que estas líneas no son un cuento ni ficción simplemente una forma de vida.
Con 15 años de publicista sería fácil decir que el color celeste favorece la sabiduría y la concentración, que es un color de paz y armonía; es el color de la generosidad, el preferido de quienes eligen retirarse de la vida mundana para dedicarse al bien y a las causas más nobles, será por eso que al levantar la cabeza en nuestra ciudad nos sentimos tan elevados y tan cerca del cielo.
Pero el amor por el celeste va más lejos aún, crecí en un hogar en el que los deportes no eran considerados, por consiguiente ser de un lado o ser del frente era casi irrelevante, pero tuve la inmensa suerte de tener cerca a un buen tío que me regaló la primera pelota de cuero y aunque no fui muy inspirado en su dominio, muchas tardes el pequeño patio en el que crecí se convertiría en el mejor de los gramados, gran imaginación de la infancia.
Pero mi pasión sin duda alguna creció de manera desmedida el día que pude sentarme en la recta del Hernando Siles y ver elevarse en el cielo aquel globo de papel celeste que con tanto cariño y esmero armaba don Eufronio Santalla para cada clásico, que con el viento subía hasta confundirse en el infinito cielo de Miraflores, sin esperar recompensa pero dando preámbulo al mayor espectáculo de nuestro fútbol.
Con el paso del tiempo ese amor siempre fue bien retribuido por un equipo que lo dejaba todo en la cancha y por una hinchada que siempre respondía con su aliento, así pasaron los años, pasaron las figuras emblemáticas, los grandes goleadores, los históricos capitanes que nos enseñaron a tocar el cielo… celeste… que nos dieron muchas alegrías y nos volvieron adictos de las innumerables victorias, de las batallas bien ganadas ante un eterno rival que muchas veces bajo la cabeza ante las magistrales jugadas de una academia que enseñaba en el match como se juega bien al fútbol.
Ese espíritu siempre nos moverá y cada día se convierte en nueva pasión, porque hace 88 años que no se deja de alentar, estando cerca o lejos, dentro de la cancha o fuera de ella con una pequeña radio al oído, o viendo un partido en un país cercano, el sentimiento crece y la pasión se multiplica, será por eso que somos bolivaristas, será por eso que la academia es nuestra mayor emoción, será por eso que levantamos la cabeza y nos emociona ver el celeste más puro en nuestro cielo.
Dedicado a mis hijas Valeria Celeste y Luciana Javiera.
Texto de Javier Salinas, en homenaje a los 88 años de Bolívar.