Carta para el segundo amor de mi vida

En el día del 105 aniversario de The Strongest un cuento que muestra el sentimiento de un hincha atigrado, “Carta al Segundo Amor de mi Vida”.

 

ultra

Amor:

Si tienes esta carta en tus manos, es porque de alguna manera he sido afortunado. Mira lo que digo: he sido afortunado yo, de que entres en mi vida, de que la transformes, de que la llenes de ti, de haberte ganado a pulso el espacio en ella, de haber logrado que ya no pueda pensarme sin pensarte. Gracias en verdad.Ahora bien: sé que te incomoda el título, puedo verlo en tu cara mientras lees. En realidad, lo imagino, porque esta es una carta escrita, pensada y dirigida a ti, antes de conocerte. Seré aún más abierto a la especulación: es probable que ya te conozca. Tal vez nuestros rumbos simplemente no han hallado el punto de empalme; puede que el amor a primera vista sea un mito infundado. Tal vez hayas pasado mil veces por mi delante, sin que yo me figure lo que adelante me espera contigo. Quién sabe si hayas sido tú la que no se percató de mi presencia hasta que te regalé un espacio de mi ausencia. Quizá falta mucho para que nos encontremos. No tengo ninguna de estas certezas, pero hay dos cosas que sí sé: una es que llegaste para quedarte, por lo menos así lo deseo. La otra, sabrás entenderlo, es que no eres la primera.Desde luego, dirás, algo creciditos estamos, ya la vida se ha dado un buen paseo por nuestras páginas. Que no te interesa saber de mi pasado, insistirás, mientras piensas a quién preguntarle, mientras craneas cómo sonsacarme ese crucial dato; hasta veo que te muerdes el labio pensando en esa palabra: “segunda”. Pero tranquila. En las siguientes líneas sabrás que no es nada tan terrible. Y si llegara a serlo, lo terrible será para mí el no poder hacer nada, pero nada, al respecto.Verás, no se trata de una mujer. En realidad ni siquiera de una persona. Por lo menos no de una sola. Es algo que comenzó hace mucho tiempo aquí, en esta ciudad, mucho antes de que tú y yo lleguemos. Es algo que modificó destinos, hizo brotar emociones; una semilla que fue creciendo a paso lento pero seguro. Traspasó géneros, fronteras, razas, religiones y se volvió nuestro credo. Alegró muchos corazones, los llenó de vida y los hizo cantar, incluso los enlutó en algún momento, pero les dejó una marca imborrable, y los fusionó en un solo sentir. Tomó la forma de un grupo de guerreros, y un grupo más numeroso de sus seguidores. Cuando fue necesario, estos uniformes se cambiaron en defensa de la Patria. Cuando oscureció, rayos de dorado fulgor lo atravesaron, dándole su emblema. Cuando la muerte nos visitó, le demostramos estar más vivos que nunca. Lo más terrible de todo es que nuestro nacimiento –y resurrección– era inevitable: si no pasaba entonces, iba a pasar más tarde, o incluso hoy.

No es fácil de explicar porque así son los sentimientos, poco amigos de los diccionarios, tan amigos ellos de las definiciones. Hasta tomamos una frase para esos momentos en que tenemos que explicar lo inexplicable: “si no lo sientes, no lo entiendes”. No sé a quién tenemos que agradecerle la autoría, pero la divisa ahora es nuestra y la usamos para terminar esa discusión inacabable que comienza con “¿por qué?”, “¿otra vez? Ya fuiste la otra semana” y que no tiene fin. ¿Te diste cuenta que comencé a hablar en plural? Nosotros. Es que no soy el único, ni somos pocos. Cuando nos dicen pocos, nos reímos porque “ser muchos” nunca ha sido garantía de nada, ni siquiera en las elecciones. Tal vez por eso nos hacemos escuchar más fuerte. Tal vez por eso somos más apasionados: no nos interesa ser “muchos”, aunque siempre parezca mejor, nos interesa ser lo que somos, sentirlo y decirlo. Nuestro orgullo no es sinónimo de soberbia, sino de la accidentada búsqueda de nuestro lugar. Y créeme, nos lo hemos ganado.

A estas alturas, si me conoces lo suficiente, si eres consciente de los colores que lleva mi corazón, ya entiendes el sentido de esta carta.

Puedo imaginarte moviendo tu cabeza afirmativamente, hallando la razón de ciertas sinrazones que ya habías detectado. ¿No sabes acaso que algunos sentimientos, como el silencio, pueden romperse cuando los nombras? A eso se deben muchas de estas inevitables arrugas, a las alegrías que este sentimiento me ha hecho vivir (el resto lo hizo el tiempo). Por eso la ronquera impertinente de a ratos, resabio de los gritos desde la grada, gritos de apoyo, de protesta, de gol; cuando la garganta revienta, abrazas al extraño de tu lado, besas el escudo, ese escudo de molde inglés con palos dorados en campo de sable, donde se lee nuestra divisa y donde esa criatura felina, indomable, tan ajena a nuestra geografía y tan presente en nuestro imaginario, nos presta su nombre y nos regala su voz. Lo peor de todo es que en medio de tanta locura, estamos lo suficientemente cuerdos como para decir presente ante las amarguras. Sí, elegimos estar ahí, al lado de nuestro sentimiento, en las malas como en las buenas. Esto es lo que hace parecer que  la pasamos mal: es que no desaparecemos en la adversidad. Es parte de este sentir, que puede tener muchas formas, pero que igual permite ser reconocido como uno solo.Puedo, por otro lado, ser apocalíptico y pensar a estas alturas que me consideras un orate. Puedo imaginarte rompiendo la magia y el silencio, con rostro desencajado: “¿¡fútbol!? debe ser un chiste”. Imagino tu risa de desánimo, tu incomprensión; qué horror, qué pena si es así. Qué horrible final le acabo de dar a nuestra historia. No menciones por favor que tengo sentimientos parecidos, traídos de otras latitudes e idiomas ajenos. No permitiré que me lo enrostres. Si has leído a García Márquez, sabes que el corazón tiene más cuartos que un hotel de putas, y es de mi corazón del que hablamos: estos sentimientos no están en contraste. No hay una escala de medición que pueda ordenar lo que allí pasa.Si te sientes desubicada u ofendida, deja de leer esta carta y no te preocupes en llegar al final. Sólo dóblala con cuidado y déjala donde la pueda ver: no era para ti y no te des por aludida. Adiós y gracias.Si, por otro lado, sabes ya de dónde traigo y a dónde llevo mi lenguaje florido, si sabes que los domingos en la tarde tengo mi propio templo y profeso mi particular fe; si ya ubicaste que tengo una adicción que me mata tanto como me hace sentir vivo, si te diste cuenta que, al igual que nuestro encuentro, esto no fue una elección; si ya sabes que eres el amor de mi vida, sin importar el momento en que llegaste, si estás dispuesta a aceptar esto como es, entonces te pido que te quedes y te prometo esa misma lealtad. Después de todo, como decía Wolfango Montes, el hombre no es más que una criatura salvaje con el anhelo de hallar una mujer, ente superior, que lo domestique y lo amanse. Esa eres tú para mí, si así también lo deseas.

Sólo quiero que entiendas que esta historia, este sentir, todo esto que he tratado de describirte, es algo más fuerte que yo. Comprende por favor que de esto se trata ser del Más Fuerte.

 

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