No eran muchos, no eran pocos, eran los residentes bolivianos que pudieron llegar a Dallas, los que viven en la ciudad de Arlington, los que viajaron de otros distritos, los familiares de algunos jugadores, los hinchas que viajaron desde otros países, los que pudieron llegar, los que lucen con orgullo La Verde, los que sufren cada derrota, los que sueñan con volver a ganar, eran los bolivianos que se ilusionan con volver a ver a su selección después de muchos años.
Es que el pesimismo nos ha ganado en Bolivia, la gente no quiere ilusionarse para no decepcionarse, la gente no quiere creer que podemos para no volver a caer, pero si no somos capaces de ilusionarnos, de creer que podemos cambiar la histori ¿qué hacemos con nuestra pasión?
El banderazo de hinchas en la puerta del hotel Omni las Colinas en Dallas fue eso, un choque de emociones que lograron poner la piel de gallina hasta de los propios jugadores, sentir que la gente cree en ellos, que hay esperanza, que aunque las estructuras de nuestro fútbol sigan sin modernizarse, sienten que esto es un deporte en el que once tipos saldrán en busca de eso que parece haberse perdido, buscar aunque sea de manera efímera una alegría que nos ayude a sentir que algo puede cambiar.
Eso fue el banderazo, como dijo Claudia Lampe, hermana de Carlos: “llegamos aquí con mucha esperanza y con mucha fe”. O el testiminio de Alejandro Parada que viajó desde San Antonio, Texas para acompañar al equipo: “Ver a la selección después de tantos años en esta Copa América es algo muy especial, venimos apoyarlos y siempre acompañarlos”.
El banderazo fue el empujón que faltaba, la pieza que no teníamos, la que nos dice que la fe, mueve montañas, ahora el turno es de los jugadores, que hablaron en la voz de su capitán y fue claro: “queremos competir, volver a ganar en una Copa América, llegar a un mundial, esa es nuestra fortaleza”, sentenció Luis Haquin.
