Sucedió un día como hoy, el equipo llegaba a Cochabamba para jugar su partido final, el partido que Bolivia esperaba para gritar campeón.
El resultado y la forma como se le ganó a la Argentina había despertado el júbilo en todos los rincones del país. Los jugadores encendían las radios y escuchaban el fervor de la gente. Era su combustible. Ya la presión de aquel partido inicial había quedado lejos, el objetivo ahora era ganar el partido a Brasil.
Así llegaron los jugadores en un vuelo del Lloy Aereo Boliviano a Cochabamba, como las anteriores veces, sin sobre saltos, peor con más expectativa, nunca imaginaron que el avión al quedarse detenido, sería rodeado de eufóricos hinchas que querían darles una palmada, llevarlos en hombros, el avión quedó rodeado por una marea humana, la gente entraba a la pista del Jorge Wilstermann, por debajo de las rejas, saltando todo control, nada importaba solo saludar a los jugadores de Bolivia.
Así se esperaba el 31 de marzo en todo el país con los jugadores convertidos en ídolos, con los corazones pintados de verde, y con la esperanza de alcanzar a rozar a los seleccionados.
El avión apenas pudo abrir sus puertas, tuvo que llegar un bus hasta las escaleras del mismo para que los jugadores salieran de la nave, aunque lo inevitable ya había pasado, los jugadores habían llegado al corazón de todos los bolivianos.