Fue mamá, esposa, comandante, guerrillera, rica y pobre. De ella dijo Simón Bolívar que Bolivia debería llevar su nombre y no el de él. Es la mayor heroína de la independencia argentina. Es Juana Azurduy, la patriota homenajeada con la copa que busca dueño en este Torneo Final.
Juana Azurduy nació de un acto de rebeldía. Y fue, para siempre, rebelde.
Matías, su papá, hidalgo hacendado y rico, no eligió como esposa a una mujer de su condición sino a una mestiza, Eulalia Bermudes, desobedeciendo los mandatos sociales de la época. Juana, la hija mayor, llegó a la familia en 1780 en el cantón de Toroca, cerca de Chiquisaca, hoy Bolivia. Aprendió de su papá a andar a caballo y, de su mamá, a hablar quechua y aymara. Se relacionó con los indígenas que trabajaban la tierra de su padre y con sus compañeras de instrucción, de las que se diferenciaba por su piel cobriza y su sangre mezclada.
Juana quedó huérfana, se crió en un convento y –por desobediente- fue expulsada. Siendo todavía una niña se hizo cargo de la hacienda de su padre en Toroca y entre los vecinos encontró al hombre de su vida: Manuel Ascencio Padilla. Juntos tuvieron cinco hijos, vieron morir a cuatro, enfrentaron a las tropas realistas, sumaron indios y mestizos al Ejército del Norte que comandaba Manuel Belgrano, organizaron guerrillas, perdieron todas sus posesiones y combatieron espalda con espalda hasta que Padilla murió rescatando a su mujer de las manos realistas. Juana siguió sola, pero cambió la ropa roja por un vestuario negro. Se exilió en Salta y luchó por la independencia argentina. Recibió de manos de Belgrano un sable y el título de teniente coronel de Milicias de los Decididos del Perú. Se retiró tras la muerte de Martín Miguel de Güemes y falleció pobre y olvidada, el 25 de mayo de 1862.
Juana desafió el destino que la época guardaba para mujeres como ella. Supo blandir un sable. Combatió embarazada, y parió al costado de un río cuando los realistas le dieron un respiro. Defendió el derecho a la igualdad, a la libertad y a la independencia de los más postergados. Tuvo ideas propias y valentía para luchar por ellas. La historia oficial la olvidó, como a tantas mujeres, porque los libros escolares están llenos de héroes pero vacíos de heroínas.
Hoy, Juana Azurduy es generala del Ejército Argentino, ascenso post mortem que se le otorgó por decreto presidencial en 2009. Y el sable con el que Belgrano la premió por su aporte a la Independencia nacional regresó – en manos del presidente Evo Morales- a Bolivia, su país natal, como símbolo de unión de nuestros pueblos, a los que Juana amó y defendió. La copa que se disputan los 20 mejores equipos de fútbol argentino ahora aporta a la reparación de tanto olvido.
Fuente: Nota de Angela Lerena periodistas del Fútbol Para Todos en Argentina