Si alguien pensaba que Bosnia-Herzegovina iba a ser un rival fácil, seguramente no vio sus números en la eliminatoria. 30 goles a favor y 6 en contra justificaban las preocupaciones de Sabella, que anunció una “sorpresiva” defensa de 5 hombres, lo que se hizo un tema de debate nacional en Argentina el último fin de semana. Decían que el DT quería emular la formación que le ganó a este mismo equipo en un amistoso, pero lo dinámico del fútbol hace que ningún partido entre dos rivales sea (o deba ser) igual al anterior. No se equivocó el timonel argentino. El autogol de Kolasinac cayó como regalo del cielo y de ahí en más a la albiceleste le costó mucho, muchísimo generar juego. Se paró muy bien la selección Bosnia, justamente con el autor del gol en propia meta subiendo y bajando, apareciendo en contención y creación. Las llegadas de Lulic y Edin Dzeko eran más punzantes que las de Agüero. De Messi, nada. Hasta que en el 2T Sabella volvió al 4-4-2 y todos se sintieron más cómodos, tanto así que Messi hizo un gol de esos que le vimos una y mil veces en el Barça. Nadie bajó los brazos en un partido que se hizo más trabado de lo debido, y si algo faltaba para que los Dragones se ganen el respeto de futuros rivales fue ese gol de Ibizevic faltando cinco minutos. Sin brillar, Argentina sacó las castañas del fuego y cumplió. Queda para la historia el primer gol de Messi en ese templo llamado Maracaná y el ver ese escenario teñido de albiceleste, algo que a ningún brasileño le deja de sacar roncha si pensamos en una probable final con clásico sudamericano.
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