El desequilibrio (tristeza não tem fim)

“En la vida”, decían Les Luthiers en uno de sus más cómicos sketches, “trascender es llegar a un equilibrio

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“En la vida”, decían Les Luthiers en uno de sus más cómicos sketches, “trascender es llegar a un equilibrio. Como un árbol”. Un árbol no puede dejar de tener raíces porque le salgan muchas ramas. O para usar la analogía de la frazada corta, no puede uno destaparse los pies para taparse el cuello y viceversa. Por ello cuando se habla en fútbol de un conjunto equilibrado, se está refiriendo a uno en el que todas las líneas, todos los espacios, están bien cubiertos.
Brasil entró al Mineirão como una tromba, con las revoluciones a mil. David Luiz sabía de su responsabilidad como líder y tanto él como Marcelo quisieron echarse el equipo al hombro, se notó en un par de salidas buscando el desborde de Hulk. Ahí comenzó el desequilibrio: dos defensas subiendo más de la cuenta, abandonando sus posiciones y un central impresentable, Dante, que uno se pregunta cómo juega de titular en el Bayern de Munich. Ahí fue cuando Alemania se puso la máscara de Guardiola: el tiki-taken entre Kroos-Müller-Klose desnudó las falencias del flanco izquierdo brasileño. De ahí, la hecatombe. Goles a los 11, 23, 24, 26 y 29 minutos. El viejo lobo Gary Lineker (terrible autor de la frase “el fútbol es un deporte de once contra once donde siempre gana Alemania“) tuiteaba: “cuando Khedira te hace un gol, estás realmente en problemas“. Y la conclusión dura como una roca de que en deportes de competencia directa, hay días en las que todo te sale mal y por ende al rival todo le sale bien. Aumentó Alemania dos más y Brasil anotó uno de los goles menos festejados de su historia. La imagen de David Luiz llorando daba a pensar cuánta responsabilidad se había cargado el capitán sobre los hombros, cuánto calvario estaba comenzando nada más sonar el silbatazo final del mexicano Rodríguez.
Casi 64 años después de que el Cristo del Corcovado llorara con el Maracanazo, el Mineirão se tiñó de lágrimas que le quitaron lo bello al atardecer del 8 de julio en Belo Horizonte.

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