A más centros, menos imaginación

La pasada fecha (la 15) de nuestra División Profesional fue un fiel reflejo de patrones ofensivos y defensivos comunes.
Foto: Agencia Marka Registrada
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La pasada fecha (la 15) de nuestra División Profesional fue un fiel reflejo de patrones ofensivos y defensivos comunes que deberían servir de apunte para los entrenadores en todo el país. Seguro que son detalles que a todos los futboleros nos han alarmado, pero tal vez son tan repetitivos que los creemos normales.

Vamos directo a los hechos: San José y Wilstermann disputaban tener la mejor posición de la punta. Entonces surge el primer gol del Santo, y sí, un golazo de cabeza de Ramallo, producto de un centro preciso. Hasta ahí todo normal, sin novedades para el análisis. Todo un partido complicado para alcanzar el empate del Rojo, hasta que Pochi no tiene otra que mandar un centro a la olla ante la desesperación por conseguirlo. Y el centro lo empalma Gaúcho, surge un rebote y por fortuna puede empujarla Ronny Montero para conseguir el ansiado gol.

Hasta ahí parece una simple descripción… pero son los detalles similares en ambos goles los que nos muestran el tipo de propuestas ofensivas y defensivas de los equipos bolivianos, sirviendo este ejemplo porque son candidatos serios al título. Es el centro que recibe Ramallo el que refleja uno de los fetiches ofensivos más frecuentes de nuestro fútbol: El centro medido al delantero. La jugada es virtud del Santo al aprovechar los espacios que dejó la defensa Roja. La conexión y la coordinación son perfectas entre los jugadores. Nada que reprochar.

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Mientras que en el gol del Aviador se utiliza la misma herramienta, pero en otro contexto. El tiempo apremiaba, y por ello se recurre a dividir la pelota mediante un balón bombeado. Es cierto que tenía dirección hacia Lucas Gaúcho, pero se corren más riesgos en los balones divididos. Bien un rebote puede darte el gol, aunque sea empujado en propia puerta, o la deja servida para el contragolpe del rival. Sabemos que sucedió lo primero, y a los hinchas aviadores les puede importar poco esta incertidumbre porque la pelota entró al arco. Pero se desnudan a la vez las falencias defensivas del Santo, ya que la misión de toda la última línea es que esos balones aéreos jamás caigan en manos del rival. Y peor aún se juega a la suerte para empatar el resultado.

Puede parecer un detalle intrascendente, hablar de una jugada que se realiza en todos los escenarios del mundo donde se patea un balón -No has visto cómo Uruguay encuentra la cabeza de Cavani me dirían algunos-. O que el mismo Barcelona consiguió el último gol de su remontada al PSG a través de un centro bombeado que disparó el mismísimo Neymar. Y es cierto, no apunto a desprestigiar la jugada en sí, que puede ser un recurso de último minuto, o se puede asociar a la simplicidad con la que algunos equipos atacan.

Mi problema con los centros en nuestro fútbol es que los equipos ya los tienen tan interiorizados que se han vuelto las herramientas principales para concretar goles. Lo cual impacta en el desperdicio de la imaginación en ataque que muchos jugadores tienen, ya que se reduce la creatividad por usar una jugada sola (el centro) por la aparente seguridad que aporta. Por tanto, este abuso del centro va en perjuicio del talento y la capacidad de los jugadores, y a la vez el espectáculo. Aunque a la par, la incertidumbre se traslada al marcador de los partidos, algo que puede ser atrayente porque sería menos predecible el ganador. Pero a la larga puede perjudicar incluso a la formación de los jugadores, porque se requerirían los típicos estereotipos defensivos para este estilo de juego: un central alto y golpeador. Y bien sabemos que para el fútbol actual ya no son suficientes estas virtudes. Entonces el azar acabaría teniendo muchísimo más peso en el juego, del que por sí mismo este deporte tiene.

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Un gran ejemplo de estos problemas fue la victoria de Bolívar en su visita a Aurora. El conjunto cochabambino no tenía más variantes que los centros, en su desesperación por empatar. Mientras que Bolívar fue mucho más letal con toques rápidos, atacando a los vacíos que dejaba su rival. Además de que aprovecharon los pelotazos largos, pero precisos y con intención de dar continuidad a una jugada, o atacando las espaldas de los centrales de Aurora. El Equipo del Pueblo al final no pudo concretar ningún un gol y recibió cuatro. Esto como resultado de que abusaron de los centros creando situaciones azarosas en el ataque, en vez de usarlos en momentos precisos como lo hizo su rival.

Así quedó demostrado que se usa el centro como recurso para atacar, recurso que responde a la necesidad específica de las jugadas. No como un fin en sí mismo, menos aún como la fórmula para conseguir goles. Porque si así se creyese, se entra en territorio azaroso, donde la efectividad de la jugada ya no depende de las virtudes del jugador. Más bien, te sometes al capricho de los rebotes del balón. A veces en tu favor, cuando el rival la mete en propia puerta. A veces en contra, cuando el rebote llega muy lentamente a tu delantero y tu jugada se desvanece.

Este es uno de los vicios en el juego que siempre hemos detectado en nuestro fútbol, comparándolo con los que vemos afuera. Mientras se siga creyendo que este vicio es normal, los resultados de nuestros equipos dependerán más de la fortuna que del talento propio, peor aún en torneos internacionales.

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