Dos a cero abajo. Pobre producción futbolística y muy pocas ocasiones fabricadas, sin mencionar una defensa sumamente endeble. Los problemas que tenía que resolver Rubén Darío Insúa durante el entretiempo no eran para nada menores, su rival lo había superado ampliamente en los primeros cuarenta y cinco minutos y sólo restaba la segunda mitad para cambiar la historia.
Primera decisión del técnico argentino, mandar a la cancha –de entrada– a Gabriel Valverde, en remplazo de Pancho Rodríguez, que, a pesar de su entrega, no había tenido su mejor partido. De inmediato se notó una línea defensiva más firme.
Sin embargo, aún hacía falta juego por la banda izquierda. Segunda determinación del técnico: el ingreso del español Sánchez Capdevila, que entró muy entonado y logró aportar mucho, por Facundo Cardozo, que había levantado su rendimiento en los primeros minutos del complemento después de un primer tiempo flojo.
Por último, haciendo uso del tercer y último cambio, mandó a la cancha a uno de los más pedidos por el público celeste, Juan Carlos Arce. El Conejo entró en lugar del argentino Iván Borghello, que aún no alcanzó su mejor nivel, y de inmediato fue el desequilibrio en ataque que tanto le había hecho falta a la Academia.
Estos tres cambios, sumados a las variantes tácticas que se vio obligado a hacer ya sin Walter Flores en la cancha –se fue expulsado faltando media hora– confirman algo que ya venía mostrando en estratega celeste en los anteriores encuentros. Una de sus grandes virtudes, es sin duda alguna, su capacidad para leer los partidos.