Está claro que el equipo de Dunga no es de los más lujosos. De todas maneras, la esencia de muchos jugadores brasileños se mantiene intacta. Porque ellos entienden al fútbol como un juego. Son profesionales, pero cada vez que patean una pelota remiten a su época de niños, cuando no hacían más que divertirse. Así lo demostraron Douglas Costa y Robinho durante el entrenamiento de Brasil.