Serbia el otro finalista del basquet

Será la primera final de la historia para Serbia. Suena muy injusto decirlo así, pero es cierto.

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Será la primera final de la historia para Serbia. Suena muy injusto decirlo así, pero es cierto. Desde que se desmembró la ex Yugoslavia, el equipo serbio no había alcanzado ninguna final. La última fue un mal recuerdo argentino, el Mundial de Indianápolis 2002, cuando sólo permanecían unidas Serbia y Montenegro, pero jugaban bajo bandera yugoslava.

Pero más allá de lo que pueda decirse acerca de guerras, fronteras y banderas, el que se está viendo en este Mundial es un juego con reminiscencias eslavas. Un básquetbol de desarrollo artístico, con intérpretes dedicados y exquisitos como Milos Teodosic o Nemanja Bjelica.

Pero también dinámicos y explosivos como Nikola Kalinic. Con finos y certeros tiradores, como Bogdan Bogdanovic. Y con pivotes rudos pero para nada torpes, como Nenad Krstic y Miroslav Raduljica.

Serbia despliega en el parquet el viejo básquetbol yugoslavo. El que conjugaba lo mejor de cada región. Ese dominio del juego que enseñaba el serbio Drazen Dalipagic en los 70 y los 80, la disposición sutil e inteligente del croata Toni Kukoc o el instinto de competidor obsesivo de su compatriota Drazen Petrovic en fines de los 80 y principio de los 90.

Jugadas de movimientos gráciles y placenteros. Cuando un pase ya causó asombro, todavía queda otro por hacer que maravilla aún más. Y deja a un hombre solo frente a la canasta. Una y otra vez. Se pasan el balón con verdadero deseo de que el compañero pueda lucirse. Un fantástico juego de conjunto. Lo que se dice un básquetbol sencillo y natural. Como solía decirse: los yugoslavos nacen sabiendo jugar al básquetbol. Aunque parecían haber perdido esa esencia, volvieron.

No es casual que a cargo de este equipo esté Sasha Djorjevic, base implacable, ganador, que dominó el básquetbol europeo de fines de los 90. Sólo así pudo resistir a un rival de voluntad inquebrantable como Francia, que tras estar hasta por 18 puntos abajo en el primer tiempo, mostró su enorme deseo de llegar por primera vez a una definición. Fue un show de altísimo nivel. Con un Nicolas Batum incontrolable (8 triples y 35 puntos), que lidero el lanzamiento de todo el arsenal ofensivo galo con una andanada de tiros de tres puntos. ¡Metió 9 de 12 triples en el último cuarto!

Así y todo, Serbia lo sacó adelante, porque nunca dejó de producir ofensivamente. En el último cuarto acertaron Teodosic (24 puntos), Bogdanovic (13) y Krstic (11). Porque sabían que no podía fallar o el rival se lo llevaría por delante. Fue 90-85, el mejor partido del Mundial.

Este juego es dominado casi enteramente por los Estados Unidos. Sin embargo, pocos saben que en este torneo, el Mundial, el máximo ganador de la historia es Yugoslavia, con cinco títulos (1970, 1978, 1990, 1998 y 2002). Estados Unidos lo sigue, por ahora, desde atrás, con cuatro (1954, 1986, 1994 y 2010).

Por eso lo que sigue será una final magnífica frente a los Estados Unidos a las 21 locales (16 de la Argentina). Si se permite la continuidad yugoslava en nombre de Serbia, con los dos máximos ganadores de la historia de la Copa del Mundo. ¿Podrá Serbia hacerle un juego parejo a este poderoso equipo norteamericano? No será fácil. Pero si alguien puede hacerlo, seguro que es un grupo con estirpe yugoslava.

Fuente: CanchaLlena.com.ar

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