Más emociónate no pudo ser la clasificación colombiana a su quinto Mundial de fútbol. Teniendo que remar contra la corriente tras un nefasto primer tiempo, los dirigidos por José Pékerman sacaron toda su casta y le dieron una nueva alegría al país cafetalero.
Muchos de los jóvenes que celebraban por las calles, los bares y los espacios públicos de Bogotá no recuerdan haber visto a su selección en un Mundial y vivieron el partido con angustia de hincha, pero sin perder la fe en lograr una victoria en casa.
“Yo nunca perdí la fe, en ningún momento, sufrí demasiado y pasé el partido con las nalgas apretadas. Ese primer tiempo fue caótico, pero pasamos al Mundial”, dijo una estudiante de Contaduría en el Parque de la 93, en un barrio acomodado de Bogotá, donde se instaló la única pantalla gigante de la ciudad.
María acudió a la plaza con tacones y vio el partido envuelta en la bandera colombiana.
“Esperaba que ganaran por eso compré la bandera”, afirmó.
“La gracia era ganar, tienen que respetar la casa, pero estamos contentos de pasar sin depender de nadie, no ir al repechaje”, dijo por su parte Diego, un estudiante de Derecho de 19 años.
De su lado, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, también celebró en su cuenta de Twitter el resultado y dijo: “Qué gran alegría nos da nuestra selección, ¡Estamos en el Mundial Brasil 2014!”.
Mientras, en la capital del país los vendedores saltaban durante el partido en las tiendas de muebles celebrando los goles de Colombia y hasta las peluquerías colocaron pantallas para que las clientas no se perdieran los goles de la selección.
En los alrededores del estadio El Campín, el más grande de Bogotá, los hinchas buscaban entrar a los bares e incluso a los pequeños locales de barrio para ver el partido.
“En todos los bares con televisión la gente se reúne. El que tenga un televisor ahí está lleno”, explicó un taxista.
En Bogotá los claxones y las vuvuzelas sonaron desde la mañana y muchas empresas permitieron a sus empleados vestir la camiseta de la selección e incluso algunos dejaron que los trabajadores se retiraran antes para poder ver el partido, que comenzó a las 16H00 locales (21H00 GMT).
“Ésta es la única camiseta que me pongo, la de mi selección”, dijo Lucy, empleada de limpieza de una oficina en la zona comercial de Bogotá.
“Ayer me puse la camiseta y ya no me la saco más hasta 2014”, afirmó un vendedor ambulante en una vía del sector más exclusivo de Bogotá, quien al igual que muchos comerciantes informales vio el partido a trozos desde fuera de los restaurantes, que colocaron pantallas y decoraron los locales con banderas y cintas tricolores.
Sin embargo, muchos trabajadores sólo pudieron a escuchar el partido por la radio.
“Si cerramos dos horas al patrón se le cae un pulmón y le queda el otro colgando”, dijo un trabajador de un estacionamiento de un barrio acomodado de Bogotá.
También los guardias de seguridad se asomaban a las ventanas de los bares para estar al tanto del resultado e incluso algunos miembros de la Policía Militar se colocaban la metralleta por la espalda y se acercaban a los almacenes de barrio con la excusa de comprar un refresco para asomarse a ver el partido, mirando de reojo su puesto de control.
Sin embargo, los triunfos deportivos no opacan los problemas sociales, dijo un vendedor ambulante de camisetas y vuvuzelas.
“Yo no siento nada porque vivo la realidad de mi país, esto es una distracción del pueblo colombiano, yo no creo ni en el tratado de paz, ni en la política ni en el fútbol. Es un negocio”, zanjó.
Fuente: Terra