Bolívar superó su primer gran examen de la temporada, ese partido contra Palmeiras que en principio adelantaba una batalla complicada. La fortaleza por resistir a los ataque punzantes del Verdão, la valentía por pelear en el mediocampo cada jugada, además del corazón para presionar constantemente y convertir en ataque, fueron las claves de un debut inolvidable.
Si bien la propuesta de Bolívar en los primeros minutos fue mayor, un equipo como Palmeiras con poco te lastima, fue suficiente la inspiración de José López para acomodarla donde más duele, ese ángulo superior derecho del arco de Carlos Lampe que abrazó un golazo. La Academia insistió por su objetivo y los recuerdos de un español brillando en la Libertadores regresaron cuando Pablo Hervías obtuvo el empate en conexión con Ronnie Fernández. La energía regresaba al hincha porque había elementos para superar a un poderoso.
Como aquellas noches gloriosas ya sea en Libertadores o Sudamericana, la Academia sabía que más allá de cualquier limitación, no dejaría que en su casa y con su gente le roben puntos. Nuevamente las memorias regresaron al ver a la 8 de Bolívar brillar a nivel internacional, anteriormente fue Carlos Borja, Horacio Chiorazzo o William Ferreira, ahora Diego Bejarano respondió con el tanto que encaminó el triunfo.
Un partido donde la visita no se guardó nada, cada uno de sus ataque exigía la respuesta de Carlos Lampe y cualquiera pensaría que el empate llegaría tarde o temprano. Una batalla digna de Libertadores, intensa desde su primer partido al dejar a ambos con expulsados pero con la última explosión de felicidad celeste sobre el final.
Bolívar sabía que contaba con cartas secretas en este juego, unas joyas que no paran de sorprender con su talento. La virtud de Beñat San José estuvo en confiar en los jóvenes, el ingreso de Miguel Villarroel y Javier Uzeda prendió la ilusión celeste para terminar de derribar al adversario.
El mensaje de creer hasta el final nació desde las graderías, con las últimas energías, Roberto Carlos Fernández fabricó una jugada peligrosa y la dejó en la zurda Uzeda. El tiempo se detuvo por instantes en el Siles, como aquel duelo contra Oriente Petrolero que condujo la obtención del título pasado.
El triunfo llegó con la energía de un joven de 20 años que dejó una vez más lo mejor para el final, esa alegría de una victoria sufrida pero importante. Una vez más se cumplió la emblemática frase: Si quieres celeste, que te cueste.