El dulce agosto de 1993 llegaba a su fin para los futboleros del país, fueron tres fines de semana, cuatro contando a Brasil en julio, de ver a la Selección en el Siles como si fuera un equipo del torneo local, con la diferencia que era el equipo de todos, y esa unión y comunión con la Selección se notaba cada vez más.
Con un fixture tan favorable, completó el cartón, cuatro partidos al hilo en La Paz, el rival el 22 de agosto era Venezuela, esa a la que había hecho siete goles en Puerto Ordaz llegaba al Siles.
Nunca antes había ido a la Curva Sur, nunca más fui, esa vez, a mis once años, y para ver a la Selección, fue la única vez que vi un partido en el Hernando Siles desde ese sector. Pasa que ya habíamos pasado toda la Eliminatoria comprando entradas con mi pa, y al ser Venezuela, el último del grupo, decidió comprar una de menor costo, pero disfrutamos igual, además ese partido me permite marcar como chequeado el hecho de haber visto al menos un partido, en cada uno de los sectores del Estadio. Mucha gente, no fue, ese es el único partido de la campaña que no estuvo con lleno completo.
Así que eso lo hace especial. Como premio a la gran decisión, tuvimos el primer partido con goles en el arco sur. ¡Seis! de los siete goles fueron en ese arco. Como en toda la Eliminatoria, Ramallo abrió la cuenta en el arco norte, pero luego vino la goleada en el segundo tiempo. Y todos los goles fueron en la sur: Melgar, Platiní, Sandy abrieron el camino, pero luego llegó uno de los mejores goles que ví en mi vida. Aún mejor desde ese ángulo, el Diablo, acostumbrado a apilar jugadores de Venezuela, fue dejándolos en el camino y definió con una sutileza única, la picó a unos 19 metros del arco de Cheo Gómez, la pelota entró justo, rozando el travesaño y bajó acariciada por la red, fue espectacular. Luego el Diablo volvió a dejar a muchos venezolanos en el camino y anotó el séptimo de una tarde inolvidable. La última de esta Eliminatoria en el Siles, Bolivia era líder, tras cuatro jornadas inolvidables, veíamos de arriba a todos, incluso a Brasil y Uruguay, que luego comenzaron su guerra contra nuestra amada altura, la misma que también ganamos meses más tarde.
