Entre todas las lecciones que dejó el triunfo de La Verde, la más importante no debería ser para los argentinos –si la media docena no les sirvió como baño de humildad, nada lo hará–, sino para nosotros: los bolivianos que amamos el fútbol.
Es bastante simple: ¿por qué darles importancia únicamente a los partidos contra rivales de altura (juego de palabras completamente intencionado)? Cada que la Selección juega, debería ser un acontecimiento de rasgos similares al que tuvo lugar este martes, sin importar el momento que esté atravesando.
Contra Argentina, el público también jugó. Si no me creen, pregúntenles a los jugadores que defendieron nuestra camiseta con orgullo a pesar de no estar en igualdad de condiciones con los rivales que tuvieron enfrente.
Ojalá no haya que esperar cuatro años para que pase de nuevo. Ojalá que contra Chile y Brasil, además de estar repleto, el estadio esté teñido de verde, y preparado para brindar su apoyo durante los noventa minutos, sin importar las circunstancias del partido o de las Eliminatorias. Total, aunque ya quedamos en el camino, la revancha, como siempre, está por llegar.