Mauricio Soria apostó por una revolución de nombres: trece de los veintiún jugadores que llevó a Barranquilla jamás habían jugado un partido oficial con la Selección mayor. Sólo dos de ellos, Viscarra y Miranda, habían jugado un amistoso. El resto, todos novatos. Pero le salió bien, y explicó su idea.
“No se trata de hacerlos jugar porque sí, debemos ver cómo se da el partido. Queríamos poner a varios, pero no nos fue posible. Ojalá podamos hacerlos jugar en La Paz, porque a lo que nosotros apuntamos en estos dos años de contrato que tenemos es a que los chicos tengan 30 partidos internacionales, así podremos tener una selección fuerte de cara a lo que viene”, declaró.
Lo que le da la derecha a su propuesta es que, en un equipo que tuvo siete debutantes, ninguno desentonó, sobre todo los cinco que fueron titulares: no se pusieron nerviosos ni padecieron del pánico escénico; hubo una defensa sólida, totalmente nueva en nombres, que estuvo a la altura.
Su idea es hacer que los chicos Sub-20 y Sub-17 sigan el proceso, estén en la mayor cantidad de competencias posibles, desde los Juegos Sudamericanos de Cochabamba 2018, hasta las Eliminatorias. “Sólo con partidos, infraestructura y tiempo, vamos a tener resultados. Tengan paciencia y déjennos trabajar”, pidió tras el partido, en el que demostró que sus ideas están bien encaminadas.
Y para él, el juego contra Colombia también fue un estreno. Porque, aunque ya había dirigido a Bolivia en la Copa América de Chile, nunca lo había hecho en el marco de las Eliminatorias Sudamericanas.